lunes, 18 de octubre de 2010

El gran carnaval.

Jose A. Pérez

En 1951, Billy Wilder rodó "El Gran Carnaval". Es una de las obras maestras menos conocidas de su filmografía, quizás porque no se trata de una comedia. La película está protagonizada por un periodista alcohólico y vividor, un farsante sin escrúpulos que trabaja en un periodicucho de Nuevo México. Cuando un minero se queda atrapado en una mina, el periodista aprovecha la ocasión para fabricar la noticia del año y, de rebote, la noticia de su vida. Medios de todo el país acuden a Nuevo México a cubrir el suceso… y empieza el Gran Carnaval.

Me pregunto qué pensaría Wilder del remake que, en pleno siglo XXI, se ha montado de su película. Qué pensaría al enterarse de que Steve Jobs ha enviado un iPod a cada uno de los mineros chilenos atrapados en el yacimiento de San José. Qué pensaría al saber que el Real Madrid, igual que el Manchester United, les ha invitado a ver un partido en su estadio. En el Campamento Esperanza, dicen los allí presentes, se acumulan cajas con el logotipo bien visible, obsequios de las principales multinacionales del mundo.

Mientras escribo esto, El País y El Mundo siguen, segundo a segundo, el rescate de los mineros. Ambos ofrecen la posibilidad de ver las operaciones en streaming, galería de fotos, dramatis personae, grafismos animados, y especiales recopilatorios de las chanzas y cotilleos que recorren el campamento. ¿Sabes que a uno le espera su mujer y su amante en el exterior? Qué fuerte, no me digas.

La primera acepción de la palabra prensa que contempla el diccionario de la RAE es "máquina que sirve para comprimir". Los 33 mineros de San José son los nuevos Beatles con fecha al dorso, un producto perecedero, ya casi caducado, precipitándose al vacío por el acantilado de la información. Telerrealidad radical, el blockbuster de la temporada, personas ordinarias en una situación extraordinaria. Periodismo humano, vaya.

A veces la realidad se parece a una película de Billy Wilder. No nos damos cuenta, supongo, porque la mayoría sólo recuerda las comedias.

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