Al pasear por la Puerta del Sol de Madrid tras casi tres meses de movilizaciones, uno no puede evitar que le invada una sensación de ansiedad, de angustia contenida; ¿qué pasa aquí? ¿Por qué no se soluciona nada todavía? Algunos, cada día más numerosos y que ya desde el comienzo eran escépticos, hoy hablan de fracaso, de desengaño –quizás nunca se dejaron engañar-, de que ellos ya sabían que no funcionaría, y que sólo en Madrid o Barcelona se mueve algo interesante todavía.
Es como una relación amorosa. El comienzo, anárquico y precioso, liberador de energía infinita entre dos sujetos, apenas deja imaginar a qué puerto llegarán y en qué estado las ilusiones por ambos vertidas. Sin embargo, y sobretodo si sale mal, a posteriori todo se ve claro, parece mentira que no se percataran antes de lo que iba a ocurrir. Con el tiempo, parece lógico el discurrir de acontecimientos que llevaron al desastre, y sin embargo mientras duró la ceguera, la creencia, la esperanza o la paciencia, el obstinado sujeto amante no cejó en su empeño de creer que se podía, y peor aún, no cejó en su empeño de creer que el otro sujeto también amaba, o que en todo caso creía que en algún momento amó. Y lo doloroso no es que esto suceda, sino el momento en que ello ocurre. No podemos evitar sentir la bofetada sobre nuestra cara, como una ola de un mar enfurecido que nos gira la cabeza violentamente, un preciso instante en que todo se nos hace claro. Y vemos, vemos mucho, lo vemos todo. Y comprendemos que estamos más solos de lo que nos gustaba creer. Y nos duele.
Ese mismo dolor que sentimos los que creemos en la política y en la canalización de las pasiones y la justicia social en base a un sistema mejor que el presente. El mismo dolor que sentimos cuando alguien nos dice que no merece la pena luchar, que lo único que lograremos será cansarnos y agotarnos mientras los de arriba nos mean y nos dicen que llueve.
Pero es que no tenemos opción. Al igual que con una relación amorosa, no nos podemos plantear ahora lo que pasará dentro de X días, semanas, meses. No nos debe importar tanto lo que sucederá entonces como lo que nos está pasando ahora. Al comienzo de una relación amorosa lo único que nos importa es que sucede, que tiene lugar, y lo vivos que nos sentimos cuando hacía poco estábamos muertitos. El proceso de movilización social iniciado el 15M debe ser planteado de la misma manera; no sabemos a dónde nos lleva, no podemos decir a dónde queremos ir. Pero sí sabemos que nos estamos moviendo, que tenemos rabia e ilusión. Sabemos que ya no estamos tan muertitos, que sentimos cosas que hacen temblar cimientos y calles enteras. Ahora, aunque todo al final sea un desastre, aunque el mundo siga funcionando patas arriba, aunque nos duela la vida. Ahora, al menos, sabemos que estamos vivos.
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