Somos victimas de una suerte de tiranismo bancario. Un tipo de violencia suave, quizá psicológica tan solo – pero violencia, al fin y al cabo –, que es ejercida por todas las vías posibles, justificadas por la consecución del valor. El €uro justifica los medios, dicen.
La situación hace tiempo que comenzó a rozar lo vergonzoso. El abanico de acciones contenidas en ese “todas las vías posibles” que explica y rige la filosofía bancaría –que desgraciadamente desde hace unos meses incluye también a las Cajas de Ahorros- van desde la invención y cobro de comisiones infantiles hasta la ejecución de desahucios inhumanos que deberían figurar en las páginas de los periódicos por violación flagrante de la Carta de los Derechos Humanos. Y lo cierto es que frente a esta situación injusta nadie defiende a los ciudadanos; partidos políticos, sindicatos, asociaciones de consumidores, policía… todos están de una manera u otra, por acción o por omisión, del lado de los banqueros.
La violencia es poco atractiva, desagradable y rechazable. Pero cuando tanta violencia es ejercida, directa o indirectamente, por un sistema social en varias de sus vertientes -política, jurídica y económica- sobre tantos individuos por separado –he ahí uno de los trucos para que tardemos tiempo en reaccionar-, es sólo cuestión de tiempo que esos individuos se rebelen y devuelvan esa misma violencia que tanto tiempo llevan soportando. Como ejemplo, basta echar una ojeada a lo que está ocurriendo en Inglaterra en los últimos días.
Quizás la solución no sea cargarse banqueros, pero sí conseguir que de un modo u otro, cada atentado contra la dignidad humana deje de salirle rentable a los bancos, aplicando su misma fórmula contra ellos. Ahí lo dejo.
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