Un roce de manos, un contacto fugaz, acaso un desliz…
para recordarme tu esencia, tu mirada,
tu ternura, tu piel,a tí…
Con el resplandor de tu regreso en mis ojos aún grabado permanezco inmóvil, impertérrito, expectante al borde del camino. Y medito.
Ahora caigo, creo que en algún momento lo pensé: fui feliz. Tan vacío me quedé desde tu marcha que nada es ahora como entonces, ni queda en mí nada más bello que tu recuerdo.
Tu recuerdo de cómo me mirabas con esos lindos ojos de olivo y penetrabas hasta el blanco de mis huesos, de cómo me querías con esa pasión no contestada, de cómo preguntabas con ese ansia dolorida: ¿qué somos? ¿A dónde vamos?
Pero ya lo dijo el sabio: no existe calma para el que no se siente satisfecho consigo mismo. Para ese pobre miserable todos los sabores placenteros de la vida son como un vino delicioso en una boca con regusto a hiel.
Un roce de manos, un contacto fugaz, acaso un desliz…
para recordarme tu esencia, tu mirada,
tu ternura, tu piel,a tí…
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