La especie humana tiene una particularidad con respecto al resto de especies animales: nos creemos más que hombres, semidioses con una misión en la Historia. Hablo de la humanidad en general, pero además, entre nosotros no hay pueblo que no se haya creído alguna vez el pueblo elegido. Nos creemos capaces de todo: desde inventarnos religiones y creencias para tratar de apaciguar el terror y el miedo que nos genera un futuro incierto, hasta hacer que determinados astros del universo dejen de ser planetas para dejarlos en un escalón inferior en nuestra particular visión del cosmos.
Sin embargo, con todo lo supuestamente capaces que somos para “mover el mundo”, no nos da la gana de querer que todos seamos iguales, ni siquiera de hacer que cada día haya menos gente que pase hambre. Y mientras tanto, sigue habiendo pobreza, miseria, hambre y enfermedades de una mayoría mientras la minoría privilegiada se dedica a “ejercer de dioses”, aunque casi nunca es consciente de ello ni se lo plantea.
Sucede que a veces me canso de ser hombre. Cuando me pregunto por qué llora ese niño en las calles de Puerto Príncipe o por qué me insulta un mendigo en la puerta de mi casa. Vivimos un sueño acerca de un mundo en el que nos agota escuchar que todo va bien, mientras vemos tristes hombres mirando al sur y de vez en cuando un estrépito de andamios, pateras y naufragios desvela nuestro sueño. Sucede que a veces me canso de ser libre para caer muerto allá donde mi libertad prefiera.
Por ello a veces necesitamos soñar despiertos, porque así vencemos el cansancio. Por eso a veces sueño contigo, y recuerdo que aun sigo vivo.
Pero sucede que también a veces me canso de mí, y me canso de no existir si no me miras tú.
Sin embargo, con todo lo supuestamente capaces que somos para “mover el mundo”, no nos da la gana de querer que todos seamos iguales, ni siquiera de hacer que cada día haya menos gente que pase hambre. Y mientras tanto, sigue habiendo pobreza, miseria, hambre y enfermedades de una mayoría mientras la minoría privilegiada se dedica a “ejercer de dioses”, aunque casi nunca es consciente de ello ni se lo plantea.
Sucede que a veces me canso de ser hombre. Cuando me pregunto por qué llora ese niño en las calles de Puerto Príncipe o por qué me insulta un mendigo en la puerta de mi casa. Vivimos un sueño acerca de un mundo en el que nos agota escuchar que todo va bien, mientras vemos tristes hombres mirando al sur y de vez en cuando un estrépito de andamios, pateras y naufragios desvela nuestro sueño. Sucede que a veces me canso de ser libre para caer muerto allá donde mi libertad prefiera.
Por ello a veces necesitamos soñar despiertos, porque así vencemos el cansancio. Por eso a veces sueño contigo, y recuerdo que aun sigo vivo.
Pero sucede que también a veces me canso de mí, y me canso de no existir si no me miras tú.
Hay momentos en que viene a visitarme la lucidez. Veo hienas, rugido de cañones y escuadrones de la muerte y me sumerjo en el mar de tus sueños, luz dentro del laberinto, para ser capaz de enfrentarme al amanecer y a sus asesinos, mientras juro no salir con vida.
Diviso la costa de un sueño y su tempestad, diseñando castillos de viento. Sin volar, trato de acariciar el firmamento...
...y mientras tanto, estrépito de andamios, pateras y naufragios desvelan nuestro sueño...
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