miércoles, 29 de abril de 2009

Mercado libre

¿Hasta dónde? ¿Hasta dónde puede llegar el mercado abandonado a la libertad absoluta de transacción de quienes mueven sus hilos? ¿Todo acuerdo privado entre dos personas es una transacción igualitaria, libre y legítima? ¿Toda compraventa es justificable? ¿Hasta dónde puede llevar a una persona sin recursos la perentoria necesidad de sobrevivir en un mundo así? ¿Hasta dónde pueden llevar a otra sus más secretos deseos si su fortuna le permite comprarlos? ¿A dónde conduce, en extremo, el deseo de poder, de posesión de personas y cosas? ¿Hasta qué inconfesables deseos puede conducir la insaciable capacidad de conseguir cuanto se antoja? ¿Hay algún límite al deseo humano?


Desafueros bolonianos

Carlos Taibo
Público

La discusión relativa al proceso de Bolonia choca frontalmente con un obstáculo: pese a que sobran las razones para concluir que el proceso en cuestión arrastra demasiados elementos conflictivos, nuestros gobernantes han decidido que su aplicación es inexcusable.

Si desde hace tiempo la UE está empeñada en asumir ambiciosas pulsiones de mercantilización y privatización, a duras penas cabría imaginar que la enseñanza universitaria quedase al margen de aquellas. Bolonia es hoy la punta de lanza principal al respecto. Mientras, por un lado, reclama una presencia creciente de las empresas en la universidad, por el otro apuesta por activas políticas de reducción del gasto público.Si lo primero es inquietante –tanto más para quienes pensamos que en las sociedades opulentas hay que reducir la producción y el consumo al tiempo que se desarrollan la vida social y el ocio creativo–, lo segundo configura una agresión contra viejas políticas redistributivas, como lo testimonian la sustitución de becas por créditos o el encarecimiento general de los estudios que bebe del nuevo sistema de posgrados (aunque estos tengan precios públicos, los títulos de grado que se alcanzarán con anterioridad tendrán un valor menor, con lo que la obligación de cursar posgrados se traducirá en un encarecimiento inevitable de la inversión necesaria para rematar los estudios).

Hay otra cara de la cuestión a la que apenas se presta atención: si el proceso de Bolonia se aprobó en un momento de bonanza económica, su aplicación coincide con una etapa de crisis y recesión. Esto es más importante de lo que pueda parecer, por cuanto pone en un brete el despliegue de los elementos saludables –alguno hay– que el proceso acarrea. Así, el establecimiento de límites en el número de alumnos por grupo debería traducirse, por fuerza, en un incremento sensible en el número de profesores. Nada más lejos, sin embargo, de una realidad llamada a convertirse en un poderoso estímulo para la explotación de los docentes peor pagados y de los becarios, en contra de la excelencia que se preconiza. Es probable que, si hasta ahora las protestas contra Bolonia han sido protagonizadas por estudiantes, en adelante se sumen a ellas muchos profesores inquietos por las consecuencias, esperables, de su aplicación. Hay quien agregará que los partidarios acérrimos de Bolonia deberían preguntarse si esas empresas cuya presencia en la universidad añoran, ocupadas hoy en menesteres más prosaicos, no le van a dar ostentosamente la espalda.

Ni siquiera cabe dar por demostrado el buen sentido de muchos de los cambios que deben introducirse en el sistema de enseñanza. El carácter uniformizador de esos cambios –la presunción, por ejemplo, de que la proliferación de seminarios y clases prácticas mejorará la formación de los alumnos– merece una discusión que se ha esquivado de la mano de la aceptación resignada de lo que viene de arriba. En tales condiciones, y aunque la demanda de una moratoria en el despliegue del proceso acarrea algún elemento de racionalidad, lo suyo es que nos preguntemos si, frente a la aplicación manu militari que han postulado hasta ahora nuestros gobernantes, no se impone discutir, en serio, y desde el principio, qué modelo de universidad y qué modelo de sociedad queremos.

lunes, 27 de abril de 2009

Otra lección de política

Reivindico el reconocimiento de la película La vida de Bryan, de los Monty Python, como uno de los mejores, si no el mejor, manual de ciencia política de la Historia. Aquí, nos explica en poco más de dos minutos, las razones de la crisis de la izquierda...

sábado, 25 de abril de 2009

La Tercera República española está cerca...

Tan cerca que en este vídeo aparece el Jefe del Estado reconociendo que ya es hora de instaurar una república en nuestro país: "Se ve que ya..."


Eduardo Galeano

Jose Saramago

cuaderno.josesaramago.org

Gran alborozo en las redacciones de los periódicos, radios y televisiones de todo el mundo. Chávez se aproxima a Obama con un libro en la mano, es evidente que cualquier persona razonable pensará que la ocasión para pedirle un autógrafo al presidente de Estados Unidos está mal elegida, allí, en plena reunión de la cumbre, pero, al final, no, se trata de una delicada oferta de jefe de Estado a jefe de Estado, nada menos que Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Claro que el gesto iba cargado de intenciones. Chávez pensaría: “Este Obama no sabe nada de nosotros, entonces casi no había nacido, Galeano le enseñará”. Esperemos que así sea. Lo más interesante, además de que se agotaran Las venas en Amazon, ya que pasaron en un instante de un modestísimo lugar en la lista de ventas hasta la gloria comercial del “best-seller”, del cincuenta y tantos mil al segundo puesto en la clasificación, fue lo rápido y aparentemente concertados que aparecieron los comentarios negativos, sobre todo en la prensa, tratando de descalificar, en algún que otro caso con ciertos matices benevolentes, el libro de Eduardo Galeano, insistiendo en que la obra, además de excederse en análisis mal fundamentados y en marcados preconceptos ideológicos, estaba desactualizada en cuanto a la realidad presente. Pues bien, Las venas abiertas de América Latina se publicó en 1971, hace casi cuarenta años, luego, a no ser que su autor fuese una especie de Nostradamus, sólo con un hercúleo esfuerzo imaginativo sería capaz de pronosticar la realidad de 2009, tan diferente ya de los años inmediatamente anteriores. La denuncia de los apresurados comentaristas, además de mal intencionada, es bastante ridícula, tanto como lo sería la acusación de que la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, por ejemplo, escrita en el siglo XVII por Bernal Díaz del Castillo, abunda, también ésta, en análisis mal fundamentados y con marcadísimos preconceptos ideológicos. La verdad es que quien pretenda ser informado sobre lo que pasó en América, de esa América, desde el siglo XV, sólo ganará leyendo el libro de Eduardo Galeano. Lo malo de esos y otros comentaristas que se enjambran por ahí es que saben poco de Historia. Ahora solo nos falta ver como aprovechará Barack Obama la lectura de Las venas abiertas. Buen alumno parece ser.