miércoles, 19 de marzo de 2008

¡Milagro!

Jamás pensé que en este blog iría a hablar yo de fútbol, y más aún, ponerlo de ejemplo. Pues bien, a la vista de los acontecimientos del pasado fin de semana, en los que un fulano le tiró una botella a un portero provocándole una aparatosa hemorragia, hay un hecho que apenas se ha mencionado en los medios de comunicación (centrados más en mostrar al portero retorciéndose con la cara llena de sangre) y que a mí me ha hecho reflexionar.

Resulta que el fulano en sí, tras arrojar la botella al portero, se fue (o intentó hacerlo) por donde había venido con cara de no haber roto nunca un plato, tratando de disimular su recién lograda hazaña. Fue entonces cuando, ante la falta de guardias de seguridad, el propio público detuvo (casi lo linchan) al susodicho, y lo entregó a la autoridad. Este hecho es algo insólito en los tiempos que corren, en los que la gente suele mirar para otro lado ante casi cualquier circunstancia. Imagínense si cada día, ante hechos cotidianos – no hace falta buscar cosas raras – la gente no mirara para otro lado, sino que colaborara. Ejemplos varios: en el autobús hay un chorizo tratando de robar y alguien lo ve; si lo dice todo el mundo se pondrá alerta, si no, alguien saldrá del autobús sin cartera. Hay unos chavales atracando a dos chicos más jóvenes que ellos en plena Gran Vía de cualquier gran ciudad, si alguien da la voz de alarma, los dos chicos se salvarán, si no, alguno puede volver a casa con más de un golpe recibido. Etcétera.


Eso es lo que debería salir en los medios de comunicación, y particularmente en los informativos: la gente se unió para un hecho concreto, ¡no escurrió el bulto! Pero claro, mostrar sangre y alimentar el morbo es lo único que cuenta, aun cuando se producen milagros.

¿Será por la Semana Santa?

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