Hace unos días me enteré de que un "artista", Guillermo Vargas Habacuc, abrió una exposición hace varios meses en Managua (Nicaragua) cuya más célebre obra de arte consistía en tener un perro encadenado sin recibir agua ni alimento, para de esta forma mostrar cómo agonizaba día a día hasta morir - Supongo que entonces, buscaba otro perro, lo volvía a encadenar, y repetía la operación-. Ahora resulta que este torturador ha sido invitado a participar en 2008 en la prestigiosa Bienal Centroamericana de Honduras.
Me parece repugnante, no hace falta decirlo, que para que un señor se cubra de gloria -y de billetes- baste con regodearse en la tragedia de un pobre animal -y encima, va gente a verlo y a aplaudirle-.
Todo sea por un puñado de dólares, aunque estén manchados de sangre. Mientras no se maten personas, todo vale en el mundo donde lo no humano es menospreciado sistemáticamente -hoy en los telediarios hemos podido "degustar" la vergonzante caza de focas en Canadá a garrotazo limpio-. Y aunque se maten personas, a veces, también lo aceptamos, siempre y cuando no ocurra en Occidente.
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