De sobra es conocida, y si no lo es debería serlo, una de las labores propias de un político, que es la defensa de lo público, lo que es propio de la sociedad, la propiedad pública. Ello incluye la prestación de unos adecuados servicios públicos que satisfagan correctamente las demandas de la sociedad. El problema de los tiempos actuales, es que algunos y algunas miembros y miembras de la clase política, se están ocupando (y no precisamente a escondidas) de implementar políticas de desprestigio de lo público y de potenciación de lo privado.
¿En qué se traduce esto? Pues se traduce en una desestructuración y desmantelamiento de los servicios públicos*, tales como la sanidad o la educación. Se trata de un ataque sin precedentes al Estado de bienestar que tan pocos años lleva en funcionamiento en España (en relación con otros países de nuestro entorno europeo). Pese a esos 30 años de retraso que España tiene con respecto a países como Francia o Alemania, los políticos españoles, procedentes tanto del Partido Popular (su principal artífice en esta batalla contra lo público es, cómo no, Esperanza Aguirre) como del Partido Socialista Obrero Español (bajo su frágil barniz de izquierdas del que ya sólo queda el rojo de su emblema, se esconde un partido perdido entre varias tendencias; una fiel a la social-democracia europea, otra nostálgica de una pasada pseudo-izquierda, y otra seguidora de ese irritante derechismo de barones como Ibarra o Bono) no dudan a la hora de ponerse de acuerdo en la implementación de políticas no sólo de debilitación y destrucción de los servicios públicos, sino de venta de los mismos al mejor postor a empresas privadas.
Ante esta falta de la clase política a su deber de defensa de lo público (que en algunos casos, como en el de Esperanza Aguirre, llega a convertirse en una actuación descarada en pro del ámbito privado aprovechando su posición de poder), cabría preguntarse qué es lo que debe hacer la sociedad. Dejando a un lado la falta de interés que tiene la mayor parte de la misma en ocuparse de estos asuntos (que es precisamente de lo que se aprovecha la clase política para vender el futuro de sus ciudadanos), cabría plantearse la puesta en marcha de acciones que equilibren la balanza. Si lo políticos atacan lo público e impulsan lo privado, la sociedad debería atacar lo privado para que, por lo menos, no pueda sacar ventaja de ese desmantelamiento de lo público. Se trataría, pues, de equilibrar la balanza aunque sea por métodos poco elegantes. Y si, además, pasáramos factura política y jurídica a nuestros políticos… ¿no podríamos argumentar que estamos actuando en defensa propia?
Perdonad mi inocencia… se que nada de esto ocurrirá. Sé que por muy mal que vaya la economía, por muy mal que funcionen nuestros servicios públicos, nadie moverá un dedo. Ahora eso sí, como sigamos siendo los primeros en tantos deportes, no tardaremos mucho en promover manifestaciones por toda España en apoyo a los cojones que tenemos por el mero hecho de ser españoles. Este escrito ha sido tan sólo una ensoñación, un pequeño regalo que me he hecho por mi cumpleaños, soñando con una sociedad mejor, con una conciencia digna de lo común. En fin, ya se sabe, soñar es gratis y es cierto lo que dijo aquel:
El hombre es un dios cuando sueña, y un mendigo cuando reflexiona.
¿En qué se traduce esto? Pues se traduce en una desestructuración y desmantelamiento de los servicios públicos*, tales como la sanidad o la educación. Se trata de un ataque sin precedentes al Estado de bienestar que tan pocos años lleva en funcionamiento en España (en relación con otros países de nuestro entorno europeo). Pese a esos 30 años de retraso que España tiene con respecto a países como Francia o Alemania, los políticos españoles, procedentes tanto del Partido Popular (su principal artífice en esta batalla contra lo público es, cómo no, Esperanza Aguirre) como del Partido Socialista Obrero Español (bajo su frágil barniz de izquierdas del que ya sólo queda el rojo de su emblema, se esconde un partido perdido entre varias tendencias; una fiel a la social-democracia europea, otra nostálgica de una pasada pseudo-izquierda, y otra seguidora de ese irritante derechismo de barones como Ibarra o Bono) no dudan a la hora de ponerse de acuerdo en la implementación de políticas no sólo de debilitación y destrucción de los servicios públicos, sino de venta de los mismos al mejor postor a empresas privadas.
Ante esta falta de la clase política a su deber de defensa de lo público (que en algunos casos, como en el de Esperanza Aguirre, llega a convertirse en una actuación descarada en pro del ámbito privado aprovechando su posición de poder), cabría preguntarse qué es lo que debe hacer la sociedad. Dejando a un lado la falta de interés que tiene la mayor parte de la misma en ocuparse de estos asuntos (que es precisamente de lo que se aprovecha la clase política para vender el futuro de sus ciudadanos), cabría plantearse la puesta en marcha de acciones que equilibren la balanza. Si lo políticos atacan lo público e impulsan lo privado, la sociedad debería atacar lo privado para que, por lo menos, no pueda sacar ventaja de ese desmantelamiento de lo público. Se trataría, pues, de equilibrar la balanza aunque sea por métodos poco elegantes. Y si, además, pasáramos factura política y jurídica a nuestros políticos… ¿no podríamos argumentar que estamos actuando en defensa propia?
Perdonad mi inocencia… se que nada de esto ocurrirá. Sé que por muy mal que vaya la economía, por muy mal que funcionen nuestros servicios públicos, nadie moverá un dedo. Ahora eso sí, como sigamos siendo los primeros en tantos deportes, no tardaremos mucho en promover manifestaciones por toda España en apoyo a los cojones que tenemos por el mero hecho de ser españoles. Este escrito ha sido tan sólo una ensoñación, un pequeño regalo que me he hecho por mi cumpleaños, soñando con una sociedad mejor, con una conciencia digna de lo común. En fin, ya se sabe, soñar es gratis y es cierto lo que dijo aquel:
El hombre es un dios cuando sueña, y un mendigo cuando reflexiona.
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* Falta de presupuesto, los fondos públicos que hay se malgastan desviando ciudadanos al ámbito privado que eleva el coste del servicio, falta de personal, gasto millonario en publicidad, etc.
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