Cuando regrese, el verano nos devolverá el cielo de la infancia, ancho y luminoso. Nos saludarán las espigas con su cabeceo monótono camino de la aldea y tú dormirás en el asiento del copiloto, así, con la mano en la boca, con todo el fondo del mar encerrado en tus pupilas, bajos los párpados entornados, donde duermen caballitos de mar y tiemblan los corales.
Cuando regrese, Madrid será murmullo de golondrinas, volando como cuchillas negras afilando los aleros de casa, el tráfico detendrá su marcha, los coches resoplando como animales cansados, vigilando nuestro paseo, mientras en una terraza el tinto de verano brilla como el mar de la primavera visto desde el pinar que mecen las chicharras.
Cuando regrese te contaré cómo fue todo, me regañarás por haber llamado poco y descifraremos juntos los mapas encontrados, las equis marcadas en su papel amarillo, el idioma extraño con que a veces hablan las soledades y los rencores.
Cuando regrese, fumaremos un cigarro mientras cae la tarde y coseremos las heridas con el hilo de Ariadna, rayos de un sol olvidado escondidos en la madeja de tu pelo.
Cuando regrese, abriremos una botella de vino y escucharemos a Goyeneche. Celebrarán Mundiales y estallarán cucañas y yo te enseñaré las palmas de mis manos para reconozcas en sus líneas el camino que aún hemos de recorrer. El mundo seguirá navegando a la deriva como los restos de un naufragio y tú sonreirás como cuando el avión aterriza ileso cerca de casa. Habré regresado.
No te vayas, me dirás, y yo casi estaré de regreso buscando por Internet el número de vuelo que lleva hasta tu boca, tu voz agitando el humo de la cocina mientras aprendemos las recetas de Simone Ortega, 1080 recetas de cocina, para 1080 días de un agosto que arrancará las sábanas de la cama, que mojará tus pies con agua de mar y lavanda.
No te vayas, y verás que no me fui, porque habré regresado para cuando despiertes de la siesta con la marca de la almohada y la nostalgia atravesando tu cara de niña encontrada.
Cuando regrese, ayer mismo, te contaré como fueron mis días y todo serán abrazos. Sé que, aún así, me dirás ¿por qué te fuiste? Y yo no diré nada. Quizá sólo “He regresado” y espante las libélulas de tu frente y te diga también “échate a un lado” y duerma contigo el sueño pendiente, el viaje que hice, las ganas de verte.
Ismael Serrano
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