“No entiendo la empresa con el empresario a un lado y los trabajadores por otro, sino todos juntos, por el bien común, sacando adelante una aventura empresarial.” -Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE-
Isaac Rosa
A ver si lo entiendo: si eres un peligro conduciendo, te quitan el carné. Si eres un maltratador, te ponen una orden de alejamiento. Si eres ludópata, no te dejan entrar en el casino. Pero si eres un peligro conduciendo empresas, un maltratador de trabajadores y un jugador temerario en los negocios, ni te inhabilitan para tener empresas, ni te prohiben acercarte a menos de 500 metros de un asalariado, y además te siguen abriendo la puerta del banco.
Pues nada, ya que nadie nos protege, vamos a tener que distribuir carteles para que todo el mundo esté sobreaviso y tome sus propias precauciones. Bajo una foto del prenda, a grandes letras: “Peligro, empresario depredador suelto. Eviten a toda costa trabajar para él, así como ser clientes o proveedores suyos.” Más que nada porque, tras la cadena de pifias empresariales, el tipo no sólo no muesta arrepentimiento sino que amenaza con reincidir: “Volveré a tener empresas”, ha asegurado.
Hace poco más de un mes encabecé otra columna con una frase suya, el día en que vendió Marsans a un killer especializado en dar el tiro de gracia: “Los trabajadores de Marsans no tienen de qué preocuparse. El nuevo propietario sacará las empresas adelante. Si no, no lo hubiéramos hecho.” ¿No es genial? Igualito que el maltratador que tras soltarte la hostia te dice: “anda, churri, no llores, si como yo te quiero no te quiere nadie”.
Tras Air Comet y Seguros Mercurio, lo de Marsans ha sido de traca: una empresa centenaria, que un año antes de empezar sus dificultades era perfectamente viable, facturando 720 millones y con unos beneficios de 7,5 millones, se hunde cuando sus propietarios sacan de la caja más de 400 millones para enterrarlos en préstamos y avales en el agujero negro de Air Comet y otras compañías del grupo. Otra hazaña de quien, a esta hora, sigue presidiendo la patronal española.
Ya que nadie le para los pies, ni hay castración química posible de sus instintos, yo por si acaso ya llevo en el bolsillo un spray paralizante, no sea que cualquier día se me acerque en un callejón con una oferta de trabajo.
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