Los últimos tiempos de Iñaki Gabilondo pueden ser vistos como un reflejo fiel de los derroteros por los que se están moviendo las sociedades humanas desde que estalló la crisis. El cierre de CNN+, anunciado hace pocas semanas y consecuencia directa de la falta de liquidez del Grupo PRISA, ha supuesto el estallido de una oleada de rumores sobre el futuro del prestigioso periodista, que a sus 67 años de edad ha dejado entrever cierta tristeza ante la certeza de que su vida profesional está llegando a su fin ("No tengo ninguna duda de que finaliza mi tiempo de conducir grandes programas").
La semana pasada Iñaki Gabilondo recibió el Premio Libertad de Expresión, que concede la Fundación 1º de Mayo de CC.OO. Cuando llegó al atril, visiblemente implicado emocionalmente, enunció un discurso de los que marcan a una persona, de los que sacan a la luz el carácter de un individuo y lo hacen pasar a la Historia como uno de los grandes de su género. Más allá de lo relativo a su situación personal, a la que se refirió con los términos de "tristeza" y "preocupación", Gabilondo hizo gala de su habilidad como gran comunicador con un discurso conmovedor, lúcido, crítico, a ratos algo tristón y resignado, pero magníficamente compensado con una llamada a toda la sociedad a la batalla diaria y una fuerte voluntad de contagiar esperanza a los que, como él, sufrimos los actuales baños fríos de desilusión diaria. Un discurso imprescindible para coger fuerzas, para poder mirar un poco más allá de nuestro horizonte y saber que aún seguimos vivos, que la historia no ha terminado. Una lección de actitud de un imprescindible.
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