domingo, 29 de abril de 2012

Travesía.

Hubo un día en que un chaval deseó vivir, abandonar su existencia cotidiana, aburrida y formal, salirse de su vida racional y comenzar una nueva sintiente. Creía firmemente en que había algo más, en que podía existir algo más que una vivencia mecánica, formal y preestablecida. No estaba satisfecho con lo que tenía, y aun a riesgo de no contar con certezas ni precedentes, apostó por la búsqueda, por la rebeldía con su presente y la rotunda fidelidad a sus instintos, pese a quienes le aconsejaban que no lo hiciera.

Lo consiguió, vivió dos años de vida absolutamente emocional, quizás demasiado. De tanto desear vivir, deseó demasiado y vivió demasiado. En la alegría y en la tristeza. Un día despertó y no tuvo más remedio que dar la razón al maestro romántico que ya le había advertido:

Cuanto más desquiciada es la vida de la mente, más abandonada a sí misma se encuentra la máquina de la materia (Goethe).

La materia llama ahora a las puertas de la mente. Le reclama el orden perdido, la cordura y la estabilidad necesaria para construir un futuro sólido desde los cimientos. Es una vuelta a un estadio anterior, quizás una involución se pregunta el caminante, mientras reflexiona y duda si la aventura mereció la pena.

Era una tarde de domingo de las que solía pasar acompañado, de esas que es mejor disfrutar en compañía de una buena película o una persona interesante. O simplemente en compañía de una película decente y una persona corriente. O simplemente en compañía.

La noche se le echó encima cuando todavía no había hallado una respuesta a sus pesquisas. Decidió regresar a casa y dejar para otro día la discusión consigo mismo. Cansado y algo decepcionado por no sacar nada en claro, trataba de convencerse a sí mismo de que tal vez le quedaba un consuelo: había logrado aprender a amar. En fin, había aprendido a vivir. Ahora tenía la mochila cargada, el armario lleno de sabiduría y de experiencia. Puede que, quizás, ya comenzara a vislumbrar lo que buscaba, lo que llevaba tanto tiempo buscando sin saberlo.

Quizás el viaje había merecido la pena.

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