La duda acecha. El suelo tiembla a cada paso. Estos adoquines no están bien asentados. El maldito “Plan E” no pasó por aquí.
Demacrado por la indecisión, que se cuela por las grietas de este cuerpo huesudo y las hace estallar en pedazos, busco un pico al que agarrarme y salir a la superficie.
Será por la manía de cuantificar, de fijar, de asegurar. Obsesión humana de luchar contra lo abstracto, lo impreciso o lo variable atribuyéndole una fecha, una cifra o un objeto material que aplaque la incertidumbre.
Me gustaría hoy saber muchas cosas, probablemente inútiles. ¿A qué hora empieza la esperanza? ¿Cuánto mide el engaño –el propio y el ajeno-?
No es posible saberlo. Quizás mejor así. O quizás no. Tal vez sería mejor siendo más como un ordenador. Tal vez entonces pudiera "borrar" y se acabó, para no darle más vueltas. Cerrar la aplicación como una máquina que todo lo decide en función de “sí” y “no”. Quizás así podría saber si es mejor “Apagar” o “Reiniciar”.
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