miércoles, 9 de mayo de 2012

Posibilidades

[...] Pero aquella era una vida con entrada de servicio y techos altos, una vida de muchos metros cuadrados, con vistas a un futuro maravilloso pero inalcanzable. Se despidió llorando del vendedor, que insistió en convidarla a un refresco en una cafetería próxima. Allí trató de consolarla, le propuso ir a ver otros pisos sin comprender que no era su precio lo que descorazonaba a Marta, sino la vida tan maravillosa que había imaginado en él, y que quizás ya nunca tendría.

Se enamoraron. Sucedió meses después, una tarde como las otras. Caminaban juntos por el pasillo de una casa y Marta comprendió que podría seguir haciéndolo toda la vida. Imaginó la costumbre a su lado. Imaginó las riñas y los desacuerdos. Imaginó los días de vino y rosas, y la resaca, y las espinas. Y el sol de media tarde, reflejado en la mesa de cristal baja que tendrían, dorando su pelo castaño. E imaginó el sexo con él, desde luego, en el lugar donde una vez hubo una cama grande, de matrimonio. Y le gustó.

Luego se besaron con rutina, como si no hubieran hecho otra cosa en la vida.

Hoy comparten un apartamento interior de dos dormitorios en un barrio de la periferia. Su vida juntos, sin embargo, es una vida soleada, con unas maravillosas vistas a su futuro y cientos de habitaciones, la mayor parte de ellas todavía por descubrir.

Fernando León de Aranoa.

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