La izquierda encuentra su desgracia en el hecho de que su naturaleza consiste en prepararse para la excepcionalidad, para las tempestades y las situaciones especiales, ya sea la revolución, la guerra, la crisis…
El resto del tiempo, en temporadas de normalidad, la gente se vuelve conservadora y la izquierda, entendida intelectual y electoralmente, se apaga, se diluye, se hace conservadora junto con el resto de la gente, que no vuelve a despertar hasta la siguiente situación excepcional. Los que quedan en esos momentos son meros gestores de poder, regidores del estatus quo nacido en la situación excepcional previa.
Sin embargo, es precisamente de ello de lo que se desprende la certeza de que es en los tiempos de excepcionalidad donde se hace necesario actuar y saber actuar, pues es entonces cuando podemos encontrar alguna posibilidad de realizar los cambios en las estructuras de poder que, para bien o para mal, van a gestionar posteriormente el funcionamiento de las sociedades humanas.
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