Llega el otoño a Madrid. Las miradas, como las hojas, caen al suelo.
Ríos de personas se suceden marchando al trabajo cabizbajas, amontonadas en el metro.
Ya nadie se mira a los ojos. Nadie busca una sonrisa de complicidad que le alivie la vida.
Los ánimos están bajos, cuesta respirar sin tí.
Pero sucede que a veces también hay días que el subsuelo esconde más luz que toda la superficie de la ciudad junta...
Gracias a Conciencia Urbana.
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