Hay quienes luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
lunes, 20 de enero de 2014
lunes, 13 de enero de 2014
Este vídeo sí me representa.
Dedicado a todos los que se sienten insultados por anuncios como el de Campofrío, que frivolizan con temas sensibles que causan dolor a tantos jóvenes –y no tan jóvenes- en España.
jueves, 9 de enero de 2014
Vuelvo a Madrid.
Fin de vacaciones, ¡por fin! Recapacito y libero pensamientos en mi asiento del tren, mirando hacia lo más lejos que me permite la ya escasa luz del atardecer.
Vuelvo a mi vida, en una ciudad enorme de calles grises, rebaños de coches humeantes, de alcobas frías en invierno, de porra y café matutino en el bar de la esquina, lugar de batallas perdidas hechas leyenda en la boca de algunos ancianos que saben de Historia.
Recuerdo ahora algunas experiencias que viví en Madrid, con largas temporadas de soledad en los primeros tiempos tras mi llegada, mi esperanza e inocencia entonces no desvirgada que me convencía de que la lucha política tenía sentido, muestra de esa feliz ignorancia de lo que se nos vendría encima años más tarde.
También vuelvo a ese Madrid infinito de contradicciones, de miradas amigas y enemigas, de vecinos ruidosos pero amables –campechanos se dice ahora-, de agradables sorpresas en cualquier esquina, de espinas escondidas en callejones sin salida. La ciudad donde el verano te ahoga, te asfixia, y más tarde politicuchos de baja talla moral nos desprecian y nos desnudan en el peor invierno. Madrid, esa gran ciudad donde de rojo ya no quedan ni los autobuses ni sus dueños y todos parecemos de vuelta de todo, como desvelados de nuestros sueños.
Vuelvo a mi vida de soltero incomprendido, al amor y odio de mis noches, a mi obsesivo empeño por buscarte antes de que salga el sol... y alguien me pregunté por mí mismo y no sepa responder.
Comienza el año en la urbe que junta el cielo con el infierno, territorio comanche capaz de esconder lo mejor y lo peor. Ciudad en que, al final, uno ha de aceptar que se halla a expensas de lo que el azar le tenga reservado y sólo es dueño de su actitud para encajar y devolver los golpes. Casi como cualquier otro lugar, o no.
Buena suerte.