...el hombre pobre, que nunca había tenido mucho de nada, y sabía que vale más un poquitín de algo que nada de nada, cayó en la cuenta de que su sonrisa era un pequeño tesoro que le haría sentir algo menos triste, algo menos solo, algo menos apenado y algo menos cansado de la vida. Sobre todo si la compartía. Porque las sonrisas tienen algo mágico, te reconfortan, te animan y te hacen sentir mejor. Es por esto que las sonrisas son tan valiosas que no se pueden ni vender ni comprar. Se han de compartir.
Albanell, P. (2010). Una sonrisa de a poquitos, en F.Theodora, Cuentos a la orilla del sueño. 26 Sonrisas y una ilusión
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