Queremos creer que la tormenta
podría haber limpiado las aceras,
arrastrado los pétalos arrojados, las guirnaldas,
los restos de la hoguera en que han ardido
los rosales sin agujas de la infancia,
los pinares al pie de acantilados,
el primer amor, atardecer frente a la costa,
y la mentira de reencontrarnos
un verano que no tendremos.
Todo está pasando en este instante.
La derrota. La venganza. Los amores.
Ahora. Tras la noche y su tormenta.
Seguimos alerta los cautivos,
los que abrazan la luz de las ventanas,
los que beben el agua de los charcos,
los que comen la vida a dentelladas.
Seguimos hambrientos y sonrientes
pues sabemos que esta nada es apariencia.
Bajo el barniz dorado de esta calma
rugen las voces de un dormido que despierta.
Ismael Serrano
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