sábado, 16 de diciembre de 2006

Nuestros Ancianos

Dado que este artículo versa sobre un determinado grupo social, en primer lugar creo necesario conocer con claridad qué es lo que entendemos por “grupo social” y cuales son sus componentes esenciales.

Un grupo social es un conjunto de personas que desempeñan
roles recíprocos dentro de la sociedad. Este puede ser fácilmente identificado, tiene forma estructurada y son durables. Las personas dentro de él actúan de acuerdo con unas mismas normas, valores y fines para el bien común del grupo.

El rol social sirve para expresar de forma simplificada la función que un individuo o grupo de individuos desempeña dentro de una sociedad. Dependiendo del tipo de rol que ostente un individuo o grupo social, les será asignado un estatus social, lo cual está relacionado en cierto modo con el “prestigio” o el valor que la sociedad otorga a ese grupo social.

Dado que las normas y valores sobre los que se basan los conceptos de rol y estatus, varían de unas sociedades a otras, podemos encontrar grandes contrastes entre unas civilizaciones y otras en cuanto al valor que otorgan a determinados grupos sociales, tales como pueden ser los jóvenes y los ancianos.


Actualmente, podemos constatar el enorme contraste existente entre las sociedades occidentales, como la española, y otras sociedades pertenecientes a civilizaciones y culturas no occidentales. Así pues, podemos ver cada día, cómo en la sociedad española, al igual que en las demás sociedades occidentales, los ancianos son cada día menos tenidos en cuenta, e incluso en ocasiones menospreciados, marginados y abandonados; existe una sensación como de que estorban.
Por el contrario, en otras sociedades no occidentales, los ancianos son considerados bastiones de la cultura y la sabiduría de cada familia y de cada pueblo o tribu. Son considerados una especie de patrimonio cultural y cognoscitivo común para los habitantes de esas poblaciones.


¿Cuál es la causa de este contraste?

En la actualidad, en el sistema socio-económico en el que vivimos, existe una especie de consigna por la cual lo único importante y relevante es lo “nuevo”. La “novedad” se ha convertido en un mito al servicio del cual gira todo en este sistema. La búsqueda de una novedad constante hace forzoso dejar atrás nociones y cosas conforme surgen otras nuevas que las sustituyen. Sin embargo, si prestamos atención a estos elementos “nuevos” y los comparamos con los anteriores, es decir, con los de nuestros abuelos, observaremos rápidamente muchísimas notas en común, y que efectivamente unas y otras son prácticamente iguales.
Por lo tanto, extrapolando este proceso de búsqueda de la novedad al plano sociológico, podríamos decir que los ancianos de nuestra sociedad española y occidental están siendo cada día víctimas de un proceso en el que paulatinamente olvidamos el pasado o al menos lo ignoramos, en lugar de aprender de él.


Consecuencias de este proceso son hechos que podemos constatar todos los días;

- Ancianos que viven solos malviviendo con una pensión mínima, abandonados y sin contacto alguno con su familia (cada día vemos en los periódicos que han encontrado un anciano muerto en su piso días o semanas después de haber fallecido). Cada día hay más ancianos “sin techo” malviviendo por las calles.

- Aparición de asilos y residencias de tercera edad públicos y sobretodo privados en los que las familias dejan a sus ancianos a cambio de una cuota mensual. En ocasiones, algunos asilos resultan ser autenticas cárceles para los ancianos, que son maltratados sin poder defenderse ni ponerse en contacto con su familia para denunciar esta situación.


Quizá lo peor de todo es que no se hace nada. Vemos como naturales cosas que en realidad no tendrían por qué serlo. La falacia naturalista es un arma presente allá donde miremos, como parte de esa dominación que ejerce la clase dominante, en términos marxistas, sobre el resto de clases sociales en su intento por imponer sus intereses de clase. Aquí también está presente esa falacia, y estará presente mientras no nos concienciemos de que lo actual no agota las posibilidades, de que lo que hay no es lo natural, de que podemos cambiar cosas que hagan de esta una sociedad más justa en la que la felicidad de unos pocos no se base en la miseria y la infelicidad de otros muchos que numerosas veces no están tan lejos como pensamos, sino que los tenemos en nuestra sociedad, delante de nosotros, abajo en el portal de nuestra casa.

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