martes, 29 de mayo de 2007

El mito del crecimiento

LAS EMPRESAS MARCAN MÁXIMOS HISTÓRICOS MIENTRAS SE ESTANCAN LOS SALARIOS Y SUBEN LOS PRECIOS

Crecemos, pero ¿quién lo nota?
Fernando Berrendero

“El mejor año económico de la democracia”. Así definió 2006 Zapatero en su informe ante los principales accionistas en la Bolsa de Madrid. El presidente desplegó datos que para algunos foros hacen pensar en un “milagro” económico español: empresas que encadenan beneficios y crecimiento sostenido del PIB. Pero la situación tiene poco de milagrosa para la mayoría de la población, que ve dispararse su endeudamiento y precarizarse sus condiciones de vida.

Tras una década con unas tasas de crecimiento económico que asombraban al resto de países europeos, y después de ver que algunas empresas españolas (BSCH, Repsol, Telefónica, etc.) se han “tragado” multitud de empresas de otros países, nos podemos preguntar: ¿cuándo tanta bonanza económica va a llegar a nuestros bolsillos? Lejos de atar a los perros con longaniza, nos encontramos con que la ciudadanía cada vez tiene que apretarse más el cinturón, los jóvenes ven imposible la idea de emanciparse por falta de recursos hasta que prácticamente dejan de ser jóvenes, y los matrimonios son reacios a tener hijos hasta casi los 40.

En adición a esto, vemos que cada vez más a menudo aparecen bancos que están deseando prestarnos grandes cantidades de dinero en 24 horas y sin hacer preguntas; al 25% de interés, eso sí.

Lo sorprendente es que para algunas personas sea la solución menos mala. Bien mirado, no es tan extraño si tenemos en cuenta la contención salarial que vino pareja al “España va bien”, los desorbitados precios de la vivienda (que también han provocado el asombro en toda Europa) y la carestía de la vida (con mayúsculas desde la llegada del euro). ¿Qué indican los indicadores? Si tan bien va la economía española, ¿cómo puede suceder esto? La respuesta es sencilla: el crecimiento económico mide el incremento en el valor de los bienes y servicios producidos en un país.

Ante los históricos beneficios de las empresas (basados en la contención salarial) y la escalada de precios, sobre todo en vivienda, el PIB necesariamente tiene que reflejar un notable incremento. Dicho de otro modo, nuestro modelo de crecimiento se ha sustentado en salarios bajos y precios altos, para que las empresas hayan podido obtener grandes beneficios, que se han visto traducidos en un incremento del PIB.

España va bien. “¿Para quién?”, podríamos preguntarnos. La economía crece, en el extranjero se refieren a las empresas nacionales como “la nueva armada española”, y la revista Forbes nos incluye en la lista de países con mayor número de ricos; pero lo cierto es que los empleos son cada vez peores, los salarios han ido perdiendo poder adquisitivo hasta situarse en su nivel más bajo desde hace diez años, y nos vemos condenados a una especie de cadena perpetua: encadenados a nuestra hipoteca de por vida. Así, podemos ver que las grandes fortunas de nuestro país se han construido sobre la base del relativo empobrecimiento de los demás. Y es que España sigue siendo diferente.

Un milagro que no sale de la Bolsa.
Miguel Angel de Lucas
Según la macroecononomía, somos más ricos. Pero la gente cada vez tiene menos dinero.

Para quienes leen las páginas salmón de los periódicos, echar un ojo a las gráficas ascendentes de la Bolsa puede dar la impresión de que la economía española marcha a todo gas. El Producto Interior Bruto (PIB), la medida empleada por los analistas para medir los bienes y servicios producidos en un país, no ha dejado de crecer en los últimos cinco años. Un avance entusiasma al presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero. En la presentación de su balance económico en la Bolsa de Madrid, Zapatero definía a 2006 como “el mejor año económico de la democracia”.

Entre el público, formado por los mayores empresarios españoles, no faltaron aplausos. No en vano, las grandes empresas encadenan 12 trimestres seguidos de ganancias. Sólo los primeros tres meses de 2007 les dan más de 11.000 millones de beneficios.

Tanta prosperidad, sin embargo, no se extiende mucho más allá de las puertas de la Bolsa. A ras de suelo los datos son otros. Cabe fijarse en los niveles de endeudamiento. Según la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), el 55% de la población reconoce tener dificultades para llegar a fin de mes. Y en los últimos años la tasa de ahorro familiar no deja de disminuir. Más del 60% de los hogares, directamente, “no pueden ahorrar nada”.

A ello contribuye el aumento de precios de los servicios básicos. A comienzos de 2007 la mayoría de ellos subía por encima de la inflación. La luz se encareció un 2,8% para usuarios domésticos. La cuota de abono mensual a Telefónica, un 2%. Para estrenar el año Renfe también hacía subir los servicios de cercanías un 3,7% a partir del 1 de enero. Y la vivienda es capítulo aparte. En 2007 aumentó su precio en un 7,2%, aunque el Ministerio de María Antonia Trujillo lo ha mostrado como una buena noticia: no deja de ser la menor subida desde 1998.

Pero el alza de precios no se ve acompañado por un proceso similar en los salarios. Según el Indicador Laboral de Comunidades Autónomas IESE-Adecco, el valor del salario medio se encuentra “en el mismo nivel que tuvo en 1997”. En consecuencia, conforme las empresas alcanzaban cifras históricas, “en los últimos nueve años los españoles no han disfrutado de una mejora global en el poder de compra”.

Aumenta la desigualdad

Todo esto lo reflejan gráficas menos conocidas. Así, mientras el Estado español se sitúa en el quinto puesto de Europa en atención al PIB, sus habitantes ocupan el puesto 13 en lo que se refiere a su poder adquisitivo. Y la economía española se sitúa como la tercera en “mayor desigualdad de distribución de renta”, un indicador que se calcula dividiendo el número de veces que la riqueza del 20% de la población supera la del 20% más pobre. En concreto, en el caso español, esa diferencia es de 5,5 veces: la distancia que media entre quienes se fascinan por el crecimiento español y quienes tienen que contener cada mañana la tentación de hacer caso a la tormenta de anuncios de crédito rápido que proliferan conforme aumenta el endeudamiento de los hogares.

Empresarios más ricos, empleados más pobres
CONSTRUCCIÓN
Las estadísticas dicen que la locomotora de la economía está sólo por detrás de la industria en la media de retribución a sus empleados. La media, como siempre, resulta engañosa: los 17.600 euros anuales percibidos como media por los empleados del sector según el INE están lejos de los 6,5 euros brutos por hora que han estado cobrando los peones en las obras de la M-30 en Madrid. Encabezados por Rafael del Pino (Ferrovial), cinco de los diez españoles más ricos según Forbes son constructores.
BANCA

Dos grandes del sector se situaron a finales de 2006 entre las tres empresas españolas con más beneficios: la primera, el Santander de Emilio Botín, ganó un 22% más (7.596 millones); la tercera (tras Telefónica), el BBVA de Francisco González, se llevó un 24% más (4.735 millones) que en 2005. Según publicaba Gara, González percibe una retribución 500 veces superior (9,78 millones en 2005) a la de un empleado medio del BBVA. Tras años de pérdidas de poder adquisitivo, los sindicatos intentan arañar para el nuevo convenio de banca privada una subida salarial del 4%.

ADMINISTRACIONES

La diferencia entre lo que gasta y lo que ingresa el Estado supuso en 2006 un 1,8% del PIB, es decir, unos 17.900 millones de euros a favor de las cuentas estatales. Aún así, los funcionarios de las diferentes administraciones, con grandes diferencias según la zona donde vivan, han soportado en los últimos 14 años una pérdida de poder adquisitivo del 13%, con dos años (‘94 y ‘97) de congelación salarial.
PRENSA

Los equilibrios legales a los que recurren las empresas hacen difícil hablar de unas condiciones medias del sector. En las agencias es normal encontrarse larguísimas jornadas pagadas con salarios de 500 o 600 euros mensuales. La precariedad y las bajas remuneraciones son la norma en la mayoría de redacciones. La figura del falso autónomo (‘colaborador esporádico’ al que puede encontrarse a diario en el puesto de trabajo) es un clásico de los contratos. Todo ello en una de las profesiones con menores niveles de afiliación y actividad sindical, y donde empresas como PRISA obtienen beneficios de más de 150 millones de euros al año.

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