martes, 27 de noviembre de 2007

El confuso problema de la inmigracion


Estamos ciertamente ante una cuestión que ha traído, trae y traerá muchos quebraderos de cabeza. Es un tema sobre el que me encuentro bastante confuso y que en los últimos tiempo he podido estudiar y acceder a la opinión de algunos intelectuales, una opinión que ha llamado mi atención.

> Los postulados clásicos de la izquierda se ven en entre dicho.

> La clase obrera no sigue a los partidos obreros tradicionales.

> Muerta la ideología (o en proceso de morir), el votante se decide por el voto a la carta dependiendo de puntos concretos del programa de cada partido.

> Los grandes índices de inmigración experimentados en países desarrollados de occidente, motiva y exige la realización de un debate en toda regla para reformular las necesidades actuales y las medidas a tomar para dar solución a tal problema, gran desafío de los próximos años.


¿Qué ocurre?

La gran inmigración acaecida en los países desarrollados hace temblar el sistema social de los países del primer mundo. Las ayudas estatales, antes recibidas por las clases nacionales más desfavorecidas de estos estados, son ahora recibidas también por los inmigrantes, que al encontrarse en peor situación que los primeros, acaparan la mayor parte de estas ayudas, las cuales, lógicamente, dejan de llegar a los nacionales de cada país.
Ante esto, esos nacionales (que se ven indefensos y que ven cómo los partidos de izquierda, tradicionales defensores suyos, apoyan la inmigración y las ayudas a los inmigrantes en pos de una moral humanista y solidaria) dejan de votar a los partidos obreros tradicionales para dirigir sus votos hacia otro tipo de partidos que se erigen en nuevos defensores de los obreros nacionales, con un fuerte, fortísimo, mensaje populista y patriótico. De tal modo, vemos cómo tanto los partidos tradicionales, tanto de izquierda (principalmente) como de derecha, han ido perdiendo votos en los últimos años a favor de este otro tipo de partidos. Tanto es así que el lugar que antes ocupaban los partidos de izquierda, va siendo en ocasiones ocupado por partidos de ultraderecha que han adoptado alguno de sus puntos programáticos. Algunos intelectuales no dudan en alertar del grave problema al denominar a estos nuevos partidos “la izquierda del siglo XXI” (que de izquierda tiene bien poco).

Ejemplos claros de esto se pueden constatar en el surgimiento de partidos que si bien hasta no hace más de 15 años apenas tenían apoyo popular, en la actualidad incluso se presentan como la opción más fuerte de la clase obrera que en ocasiones llega a disputar o a conquistar el poder. En Francia, Le Pen llegó incluso a la 2ª vuelta en las penúltimas elecciones basando su campaña electoral en mensajes que achacaban la culpa de muchos problemas nacionales a la inmigración (Paro –-> Ellos, Bajos salarios –-> Ellos…). En Suiza, el Frente Nacional ha arrasado recientemente en las elecciones con un mensaje claro antiinmigración (el famoso cartel que ahora adorna calles de Madrid, con ovejas blancas propinando golpes a una oveja negra). Cabría decir, que de aquí a unos años, si el número de inmigrantes sigue en aumento, todo partido que quiera adquirir votos deberá introducir proclamas antiinmigración en sus programas.


He aquí el gran dilema. Para muchos intelectuales de izquierda, el problema de la inmigración es un laberinto sin salida. Abrazamos posturas en pro de la universalidad de la raza humana, la apertura de fronteras y la solidaridad universal. Pero si analizamos la cuestión fría y objetivamente, está claro que de seguir el ritmo actual de inmigración, el nivel de vida bajará enormemente en los próximos años en estos países del primer mundo. Si se produce lo mismo, y se reparte lo mismo, pero cada vez hay más gente de fuera entre la que ha de ser repartido, la cantidad repartida entre los nacionales será menor. Además, la llegada de inmigrantes, fuerza la bajada de los salarios mínimos; es una regla del sistema capitalista globalizado: el salario mínimo tenderá a igualarse al de la región en que éste sea más bajo. Si un nacional cobra 500€ por hacer un trabajo, pero un extranjero cobra 300€, por lógica el trabajo será encargado al extranjero, o al nacional si este acepta cobrar lo mismo que el extranjero (cosa que no suele ocurrir). Por tanto, no es cierto que las personas inmigrantes realicen trabajos que los nacionales no quieran hacer, sino que los hacen cobrando unos salarios que los nacionales consideran inadmisibles.

Ante ello, ¿se debe mantener la igualdad nacional-inmigrante o hemos de primar a los nacionales, ya que son éstos los que votan, los que han nacido aquí, etc.? Algunos intelectuales, han arrojado en los últimos tiempos, ciertas teorías que podrían clasificarse dentro de un socialismo de escala nacional (¿no es esto una contradicción? ¿Puede el socialismo no ser internacional? ¿Ha de pasar por una etapa nacional antes de ascender a una supranacional?).

Algunos intelectuales de izquierdas, arrojan en estos días su discurso acerca de la inmigración, el cual contiene diversas notas que cabría calificar de discordantes en una ideario que se pretende de izquierdas, pero que habla de restringir y controlar la legalización y nacionalización y la reagrupación familiar, prohibir las regularizaciones masivas, expulsar a todos los inmigrantes ilegales… Todo ello es justificado en base a un realismo y a un objetivismo sobre el que se ha hecho una investigación, la cual ha dado como resultado tales conclusiones y que no pretende ser tendencioso, sino exponer de manera fría las soluciones a un problema. Es decir, dícese basar en datos fríos y objetivos para sacar a la luz una serie de soluciones, a las cuales no cabría alternativa si de verdad se pretende atajar el problema.

En oposición a ello, nos encontramos otros planteamientos, no ya científicos, sino ideológicos, que abogan por defender tanto a los nacionales de un país como a los inmigrantes llegados a ese país, en base a unos derechos universales de humanismo y solidaridad que no pueden ser sustraídos a ningún ser humano por su lugar de nacimiento. No faltan himnos (o tal vez sí) que claman por que ardan las banderas y caiga el patriotismo en nombre de la fraternidad. Podría calificarse de idealistas a quienes pensamos así, y que, con datos en la mano tal vez perdamos bastante fuerza al constatar la casi nula viabilidad de este ambicioso proyecto pseudo-anarquista. Ante esto, los idealistas nos preguntamos si es mejor apostar por proyectos como el de antes, en los que se prime al currito nacional sobre el inmigrante, como un mal menor en el mundo actual. Forma esta confusión parte del actual debate en que se ha sumido la izquierda, que da vueltas como pollo sin cabeza mientras la derecha se mantiene en sus trece. Pero por otro lado, ¿qué más da lo que haga la izquierda o la derecha si poco importan ya las ideologías? ¿No deberíamos plantearnos mejor medidas de actuación concretas y alejadas de tendencias ideológicas, como ha hecho Jorge Verstrynge con su polémico “Informe Verstrynge sobre Inmigración”? (personalmente, siempre desconfié de aquello que se autocalifica de “aséptico, objetivo o desideologizado”, pese a que pueda estar más o menos de acuerdo con algunas de las cosas que describe el mencionado Informe) ¿O es mejor seguir buscando, sobre la base de un postulado ideológico, la mejor solución a este debate?

En cualquier caso, el debate está servido.

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