lunes, 10 de marzo de 2008

Pobreza democrática


Hoy se puede decir que pocas cosas han cambiado con respecto a hace una semana: el PSOE sigue gobernando el país, el PP sigue de líder de la oposición, la OCDE sigue controlando el bacalao, la UE no se ha descompuesto… Sin embargo, parece que en el ámbito metafísico, afrontamos ahora una situación más difícil.

Analizando los resultados de las elecciones de a yer, constatamos que los augurios de polarización bipartidista se han cumplido, dejando apenas 30 escaños a repartir entre otras formaciones parlamentarias que no sean PP y PSOE. A primera vista, se observan las siguientes consecuencias:

Ø El PSOE ha ganado, sí, pero con claras limitaciones que le obligan a pactar – previsiblemente con CIU- para lograr un gobierno estable. Ello dará lugar a que, de nuevo, sea esta una legislatura marcada por un “quiero y no puedo” del PSOE, que no se ve fuerte para desarrollar políticas de izquierdas (en caso de que las ejecute, lo hará al principio de la legislatura, como ya ocurrió con la Ley de Matrimonios Homosexuales, para minimizar el coste electoral que puedan tener), que le supondrían un gran desgaste frente al PP y la Iglesia. No obstante, cabe tener en cuenta que CIU es una mezcla de estos dos (conservadurismo y religión), por lo que cualquier alianza entre PSOE y CIU puede meter al PSOE en un terreno pantanoso.

Ø El PP ha perdido, sí, pero ha ganado escaños y votos con respecto a 2004, por lo que lo que algunos esperábamos que fuera una especie de castigo para el PP por estos 4 años de vergonzosa oposición, se ha convertido en un “estamos mejor que hace 4 años, por lo tanto vamos a seguir así”.

Así pues, nos enfrentamos a una feroz bipolarización del electorado en torno a PPPSOE que en ocasiones roza la violencia (evoco aquí el maltrato sufrido por los corresponsales informativos de Cuatro en la sede del PP la noche del domingo 9 de marzo).

Pero, ¿realmente existe tanta diferencia entre ambos partidos? Rotundamente no. Si echamos un vistazo a sus programas electorales, observamos la misma política económica, una relación Iglesia – Estado similar (el PSOE sólo se queja de boquilla), una política de vivienda igual, unas relaciones internacionales parecidas, una política de empleo calcada…
Tan sólo se observan diferencias en torno a las políticas sociales (pese a que incluso durante el gobierno del PSOE el porcentaje del PIB destinado a ellas era el más bajo de los gobiernos socialdemócratas europeos) o la cultura (esta legislatura se ha visto una mejoría en este ámbito, sin ser ningún paraíso, por supuesto). El resto es fachada, revestimientos de dos opciones políticas que sólo difieren en las formas, pero que no suponen dos alternativas antagónicas, como nunca lo han sido en los treinta años que llevamos de democracia.

Ante todo lo expuesto, ¿Cómo se puede entender la situación? ¿Tanto importan las formas como para motivar esta bipolarización, la apariencia? Es algo que todavía no está claro, pero sí que lo está el hecho de que la sociedad española ha experimentado un proceso de derechización, al ganar PSOE (supuesto partido de izquierdas), subir el PP (derecha profunda), seguir CIU (derecha cristiana), PNV (ídem)… y aparecer UPD (más de derecha que el PSOE pero menos que el PP, se supone), al tiempo que bajan IU, ERC, EA, etc.
A la izquierda parlamentaria tan sólo le quedan un puñado de escaños, de los cuales, sólo dos corresponden a una formación de izquierda de ámbito nacional.

En conclusión, la jornada electoral de ayer no fue sino el reflejo de una anunciada tendencia al bipartidismo, un bipartidismo vacío en el que se penaliza votar las ideas reales, el programa, programa, programa, en pos de la apariencia del reality show de los debates. Es, una vez más, el triunfo del pensamiento cero.

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