Ramón Reig
Rebelión
Pues para que, por las mañanas, en Radio Nacional de España (RNE) y en la SER vayan periodistas tertulianos, unos a favor del gobierno y otros en contra, mejor que inviten directamente a políticos del PSOE y del PP, pero políticos formados e inteligentes, si es que existen. RNE y la SER hacen algo parecido: invitan a dos periodistas de medios de comunicación cercanos al PSOE y a sus gobiernos, gente que no tiene ni oficio ni beneficio fuera del partido y sus tentáculos, a menos que sean de familia rica. Como “contrapeso” llaman a un periodista de un medio afín al PP (La Razón o ABC) pero no a cualquiera, sino al más liberal de la redacción, incluso algunos han trabajado antes para El País. A ese grupo le añaden la cuota femenina y el guiso está formado. Como el mantenedor de la tertulia es de RNE o de la SER, el cónclave a favor del gobierno está servido. En la COPE hacen al revés. El resultado es un auténtico fraude para el público que, por otra parte, en gran medida, tiene lo que se merece porque quiere escuchar aquello que desea. He aquí un ejercicio que se vende como pluralismo informativo y así es aceptado, por regla general.
No quisiera parecer catastrofista ni viejo pero, a este ritmo, esto se acaba, amigos. La política se llena de mediocres y el periodismo se muere día a día. Cientos de miles de periodistas en todo el mundo lo están diciendo estos días pero de eso poco en los medios de comunicación. Al revés, te hablan del periodismo ciudadano y el diario inglés The Guardian publica anuncios ofreciendo puestos de trabajo a blogueros para que actúen como corresponsales en distintas zonas de Inglaterra. O sea que, a este paso, cerramos las facultades de comunicación y en paz. Las grandes empresas organizan sus master, es decir, adoctrinan a sus futuros trabajadores (como hacía Pulitzer en los EEUU y como hacen desde hace años El País, El Mundo y Vocento); los convierten en miembros dóciles de una especie de secta y, si no obedecen, los largan a la calle y otros llegarán en su lugar. Tampoco vale pensar por uno mismo incluso cuando no estés trabajando para la empresa porque si, en otros foros manifiestas algo que no guste a tus señores, puerta.
Los periodistas veteranos –entiéndase por ellos los de cincuenta años- también a la puta calle, ya no hay maestros y discípulos, los jóvenes se hacen mayores a la fuerza y el periodismo es una sarta de banalidades, con continuas faltas de concordancia, de ortografía y vacíos cognitivos relevantes. El objetivo es acabar con la universidad pública porque, entre otros motivos, sigue siendo la única auténtica polis de libertad de expresión y de pensamiento que sigue existiendo en esta dictadura no declarada en la que estamos (ningún dictador dice que lo suyo es una dictadura y ésta no es una, son varias en una).
Los de mi generación –de los sesenta y setenta- nos iremos jubilando y muriendo y nuestros discípulos o lo pasarán muy mal o se adaptarán con pocos problemas porque comparten nuestros conocimientos de manera técnica y este asunto, además, hay que mamarlo con los sentimientos que nos dejan la experiencia y la empatía, sin que te dominen los sentimientos, claro. Sí, amigos, esto se acaba, el conocimiento quedará reducido a minúsculos círculos de influencia y poder, el papanatas de Orwell comprobará cómo su 1984, escrito para joder al comunismo, es un adelanto al totalitarismo atotalitario del mercado. El pobre veía la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio y, si existe Dios y él está con él, el Hijo de Dios se mofará de su ingenuidad porque eso ya se veía en sus tiempos. Qué mal lo estamos pasando pero cuánto nos reímos con este panorama. La gente, asombrada y confundida, haciendo yoga, a ver si se relaja; apuntándose a la Asociación de Amigos del Chimichurri para encontrarle sentido a la vida; confundiendo lo revolucionario con una ONG o con un voluntariado. Si yo fuera un elemento de la estructura de Poder me estaría retorciendo de la carcajada porque lo jodo todo con mi comportamiento, me arregla el desaguisado el gobierno de turno con dinero público, me reúno con mis compinches, refundo el propio sistema que lo fastidia todo y nadie dice nada, puedo seguir además con mi discurso contra el Estado y su intervencionismo y nadie dice nada, nadie se levanta, nadie se organiza de verdad contra mí. No hay problema, lo controlo todo, y en las tertulias de la radio ordeno que vayan cuatro de mis empleados sabelotodo para que hablen del huevo duro o del huevo pasado por agua. Y mis políticos siguen con sus pamplinas, afirmando lo contrario de lo que piensan para ganarse la vida o sentirse importantes porque a lo peor de pequeños no les dieron el suficiente cariño. Todo esto es una tragicomedia de tomo y lomo.
Ramón Reig es Director del Departamento de Periodismo II, Universidad de Sevilla.
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