domingo, 18 de julio de 2010

Va a ser que la huelga no es por dinero.

Isaac Rosa


Artículo 37 de la Constitución Española:

1. La Ley garantizará el derecho a la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios.

“Los empleados de Metro tienen que ser solidarios con el resto de empleados públicos y con muchísimos de empresas privadas que se aprietan el cinturón.” -Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid-

Ya sabíamos que los trabajadores de Metro son unos privilegiados y unos insolidarios. Ahora además sabemos que son unos tacaños, y por si fuera poco también unos tontos que no saben ni sumar. Nos lo ha descubierto Esperanza Aguirre, que tras echar la cuenta de la vieja se sorprendió por el rechazo de la última propuesta de la empresa: una bajada de sueldo del 1,5%. Según Aguirre, supondría menos de 30 eurillos mensuales (¡tacaños!), frente a los 100 euros por día de huelga que dejan de cobrar (¡tontainas!).

Claro que cabe otra posibilidad: que los trabajadores de Metro no sean ni tacaños ni tontos, porque en realidad lo importante no es que sean 100, 30 ó 2 euros, sino el hecho central: el incumplimiento del convenio colectivo.

El argumento de Aguirre es reversible: si le damos la vuelta, podríamos preguntarnos cómo es posible que la empresa prefiera un conflicto laboral a cambio de ahorrarse sólo un 1,5% de gasto salarial que bien podrían sacar de otra parte (como de hecho proponen los trabajadores). De modo que para Metro, y para Aguirre, lo importante tampoco son esos 30 euros por barba.

Como temen los trabajadores, la ruptura del convenio sería un peligroso precedente, pero sobre todo echaría por tierra un elemento central de las relaciones laborales. Firmar un convenio suele costar sudor y lágrimas, y los trabajadores hacen sus propias renuncias para llegar a acuerdo. Si ahora queda en papel mojado, aunque sea por 30 euros, con qué ánimo negociarán el próximo. Más en un momento como éste, en que hay una ofensiva ideológica contra la acción sindical y los convenios colectivos, que puede acabar contagiándose a la reforma laboral que salga del Congreso.

La que no es tonta, ya lo sabemos, es Aguirre. Para ella lo de menos es recortar un 5% o un 1,5%. Lo importante es no perder este pulso, no mostrar debilidad. Y sabe que, con servicios mínimos de “normalidad absoluta”, y el verano por delante, el tiempo juega a su favor y presiona contra los trabajadores. Salvo que éstos no se sientan solos. ¿Quién tiene que ser solidario con quién?

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