La escena del jueves de los mineros ratifica lo que señalaba en una entrada el pasado miércoles al respecto del riesgo de una situación de injusticia sostenida: agotadas las vías pacíficas, sólo queda el recurso a los medios violentos.
Esta vez no se trataba de cargas contra estudiantes rojos –llama la atención el hecho de que este tipo de cargas no se vio hace una semana en la manifestación de Falange, y no creo que fuera porque aquella fuese exactamente una manifestación pacífica o las proclamas e himnos que se lanzaran fueran precisamente más respetuosos con la Constitución-. La de ayer tampoco era una manifestación de los malvados antisistema del 15M que solo quieren llenar de perroflautas las plazas del país. La de ayer era una manifestación de mineros ejerciendo su derecho a protestar en la vía pública porque se han quedado sin trabajo.
La actuación de la policía, que dejó 12 heridos, podría tildarse de exagerada. Sin embargo, la considero más bien un anuncio: se avecinan tiempos muy complicados para las clases trabajadoras, con lo que es previsible que se sucedan en un futuro próximo manifestaciones como la de ayer. Ante la hipotética tentación que algún ciudadano pueda sentir de cometer alguna “barbaridad” como salirse del recorrido, tirar más petardos de la cuenta o mentar a la madre de algún ministro, lo de ayer no es sino un mensaje bien claro: la policía va a emplearse a fondo para “mantener” el orden social por los medios que sean precisos. Los medios que sean precisos. Es decir, se han terminado los tiempos de la policía amable de Zapatero que permitía acampar en la Puerta del Sol; esta es la policía dura de Rajoy y del Ministro del Interior Jorge Fernández Díaz que ya ha tenido sus episodios de gloria en Valencia y en Madrid a lo largo de los últimos meses. Como decíamos, se están agotando los medios pacíficos de acción política.
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