miércoles, 26 de marzo de 2014

Marchas del 22M: unos apuntes desde la trinchera.

He de decir que nunca compartí plenamente el objetivo de las marchas del 22M. Por supuesto estuve presente, porque creo que comparto trinchera con quienes allí estaban y creo que era mi deber asistir, casi como un soldado cuando acepta una orden de un superior que considera legítimo.

La marcha del 22M fue un éxito rotundo en términos de participación. Pese a las pretendidas manipulaciones mediáticas (el otrora diario progre El País, hoy panfleto publicitario sin apenas valor periodístico, hablaba de 50.000 personas), el mérito de conseguir movilizar a casi 3 millones de personas, más aún teniendo en cuenta que los sindicatos mayoritarios no participaban, constituye el mayor éxito de movilización política en España desde que el inicio de la democracia del 78.

Sin embargo, hay quienes nos quedamos con un sabor agridulce. Miles de km después, millones de personas agotadas se manifiestan por Madrid durante horas y, una vez logrado, ¿qué? Hay tres apuntes que me parecen significativos para entender la realidad:

1. No se puede convocar una movilización sin un objetivo claro, sin un mensaje totalmente concreto. Cuando uno echaba un vistazo a la prensa, tanto nacional como extranjera, apreciaba una imprecisión pasmosa: “Marcha en Madrid contra la austeridad”, “Marcha por la dignidad”, “Marcha de los indignados”, “Marcha contra los recortes”… y apenas nada de marcha contra Rajoy, ni contra la troika, ni movilización contra el pago de la deuda ilegítima, ni contra la corrupción del régimen político en su totalidad, ni contra la estafa de las preferentes, ni contra la reforma laboral que nos precariza todavía más, ni contra la reforma del sistema fiscal que redistribuye la renta injustamente, ni contra el rescate de unos bancos que no vamos a recuperar… Había mensajes concretos que elegir, pero en un afán por reunir a cuanta más gente mejor –por fin, “toda la Izquierda Unida”, pudo diluirse demasiado los objetivos y mensajes de la protesta.

Es de importancia palmaria –y dificultad evidente- saber concretar los objetivos y mensajes de una movilización, más aún cuando se aspira a reunir a tanta gente. De lo contrario, toda la fuerza y poder reunido no serán canalizados hacia la consecución del objetivo y todo quedará en un acto simbólico, romántico, de reunión de viejos combatientes de la izquierda. En resumidas cuentas, un brindis al sol que en términos prácticos no servirá para mucho. Volveremos una y otra vez cargados de dignidad a nuestras casas, con más y más detenidos, heridos y presuntos torturados en nuestras listas de mártires, pero sin haber logrado un sólo avance significativo.

2. La izquierda sigue sin tener un plan para después de las marchas, huelgas y movilizaciones. Insisto en que el éxito de participación es notable, pero está demostrado que el gobierno es capaz de soportar impasible una movilización así. ZP soportó también la acampada del 15M en la Puerta del Sol sin demasiados apuros. Se trata, entonces, de ser capaces de actuar como estrategas, elaborando una táctica en la que, tanto la astucia a la hora de elegir acciones y objetivos, como la capacidad de resistencia para alargarlos en el tiempo y perseverar, serán los que decidan el resultado final. Es complicado, pero me temo que cada día queda claro que, por la vía pacífica, no queda otra solución posible si queremos lograr cambiar el estado de las cosas.

3. Respecto a los altercados al final de la marcha.

marcha

En relación con los hechos violentos ocurridos al final de la marcha, cabe señalar que desde el lado de los manifestantes eran cuatro gatos mal contados, más aún si tenemos en cuenta que del otro lado había unos 1.700 policías antidisturbios esperando. Así pues, entiendo que haya quienes piensen -por desesperanza o por pereza intelectual- que lo único que queda es partirse la madre con los que dan la cara por el gobierno, pues así al menos descargan lo que no pueden en otros sitios y se quedan a gusto. No los justifico en absoluto y desde luego considero que ni es el camino ni desde una perspectiva de izquierdas se pueden aprobar esas conductas, pero los entiendo. Todo ello no pretende ser justificante de nada, pero es absolutamente vomitivo el trato que, una vez más, se ha dado desde los medios y desde los mandos policiales y políticos al tomar la parte por el todo, tratando de criminalizar una movilización pacífica al 99%. Como señaló Julio Anguita, si las marchas hubieran sido violentas los 1.700 antidisturbios habrían sido neutralizados inmediatamente. Que no insulten nuestra inteligencia.

Lo que es innegable es que la tensión aumenta paralelamente a la desconexión que se palpa entre las élites –política, económica y financiera- y el resto de la sociedad, que no solo siente la indolencia del gobierno sino su torpeza e ineficacia. En consecuencia, y ante la inutilidad de cualquier acción política pacífica, los más impacientes -o estúpidos, o desesperados, o infiltrados, elija usted categoría- se lanzan a devolver la hostilidad que reciben, actuando, paradójicamente, como aquellos contra quienes actúan.

Bajo mi punto de vista, el problema es por un lado lo que ya he señalado en relación con el gobierno, pero por otro veo torpe e ineficaz a la izquierda, esa izquierda nuestra, que aun siendo capaz de movilizar a casi 3 millones de personas –sin ayuda, repito, de sindicatos mayoritarios-, no es capaz de canalizar ese poder hacia objetivos concretos.

Ahora, días después de la marcha de esos millones de personas, somos conscientes de que somos muchos, de que podemos ser mayoría, pero no sabemos cómo podemos demostrarlo, cómo podemos empoderarnos democráticamente y cómo podemos actuar contra el poder vigente. Ahora que sabemos que podemos, toca saber el cómo. Puede que en los últimos tiempos estén saliendo algunas alternativas interesantes para hacerlo a través de las urnas, pero fuera de ellas nos queda todavía un camino importante por recorrer.

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