miércoles, 21 de julio de 2010

Ley universal de la mendacidad.

Antonio García Trevijano.

Todo el mundo puede mentir. El mérito no es demasiado grande. Pero sólo el poderoso puede hacerlo con impunidad. El poeta legitima la mentira por su belleza, como por su utilidad el amo la consagra ante el esclavo, el padre frente al hijo, o el gobernante respecto a los gobernados. La estética y la moral utilitarias legitiman la falta a la verdad si, y sólo si, el mentiroso ocupa una posición de poder artístico o social frente al mentido. La mentira del inferior al superior, peligrosa para la relación de dominio, debe ser castigada.

Es sorprendente que los filósofos que han tratado la mendacidad política, desde Platón y San Agustín, hasta Popper, pasando por Maquiavelo, no se hayan percatado de la existencia de esta regla social. La mentira por razones de Estado (mentira “oficiosa”), la mentira colectiva de la clase política (presentar como rapto la huida de Luis XVI) y la mentira individual de un político (Nixon) están sujetas a esta misma ley universal que no conoce excepción que la invalide.

En cumplimiento riguroso de esta ley histórica que premia, como habilidad, la mentira del señor y castiga como inmoralidad, la del esclavo, los vicepresidentes, ministros y barones autonómicos, etc., al mentir como “esclavos”, deben ser castigados por inmorales, mientras que el Jefe del Ejecutivo, o de Partido Estatal, al hacerlo como “señores” que hablan a sus gobernados y tutelados, deben mantenerse en el poder por habilidosos.

El hallazgo de esta ley, criterio de mendacidad para príncipes y deleite intelectual para maquiavelistas, priva de fundamento a la hipótesis del juego que explica, en la mala suerte de ser descubierto, la eventualidad del castigo político de la mentira.

martes, 20 de julio de 2010

¿Qué pasa en España?

Vicenç Navarro

En las últimas semanas hemos visto toda una serie de acontecimientos que están impactando a las clases populares de las distintas naciones y regiones de España. Uno, el más importante, es la enorme avalancha neoliberal, liderada por las derechas europeas (que dominan las instituciones de la UE) con la complicidad de partidos gobernantes de centroizquierda, que está reduciendo significativamente los derechos y beneficios laborales y sociales de la ciudadanía de los países de la UE, incluyendo España.

El otro hecho es el dictamen del Tribunal Constitucional (TC) que recorta significativamente el Estatut aprobado por el Parlament, las Cortes Generales y refrendado por el pueblo catalán en referéndum, y que generó, como protesta a tal dictamen, la manifestación más grande que jamás haya existido en Catalunya. Y por último, el pasado domingo, la selección española (en la que los jugadores del Fútbol Club Barcelona, el Barça –un símbolo del catalanismo identitario–, eran el grupo más extenso dentro del equipo) ganó el Mundial de fútbol, lo cual creó grandes movilizaciones en gran parte de España (incluyendo Catalunya) que las derechas están intentando contraponer a la movilización del día anterior en Catalunya, que supuestamente amenazaba la unidad de España.

Todos estos hechos corresponden a un contexto político común que, por paradójico que parezca, reflejan las mismas coordenadas de poder. La avalancha neoliberal responde a unos intereses de clase bien definidos. El mundo financiero (responsable de la crisis) y el mundo de las grandes empresas y sus instrumentos políticos están consiguiendo (con la ayuda de los medios afines) lo que han querido durante muchos años: el debilitamiento del mundo del trabajo. Mientras que los beneficios del gran mundo empresarial crecieron en el primer trimestre del 2010 un 18,5% (según las cifras de la Agencia Estatal de Administración Tributaria), las rentas del trabajo continuaron descendiendo un 8%. La reducción del gasto público (incluyendo el gasto público social) y la desregulación del mercado de trabajo tienen como principal objetivo debilitar al mundo del trabajo (incluyendo sus sindicatos).

Para ocultar esta realidad, se ha construido todo un entramado ideológico promovido por los establishments mediáticos y políticos neoliberales que argumentan que tales medidas son necesarias para recuperar la confianza de los mercados financieros (es decir, de la banca, que fue la que causó la crisis en primer lugar). Como bien escribió Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research de Washington, en The Guardian (09-07-10), los argumentos que el establishment neoliberal de la UE y el Fondo Monetario Internacional están promoviendo carecen de validez científica. En realidad, España fue uno de los países de la UE-15 que cumplió más con la ortodoxia neoliberal, habiendo alcanzado una de las deudas públicas más bajas de la UE-15, y un superávit en los presupuestos del Estado en los tres años que precedieron la crisis. Y, a pesar de ello, España está en el centro de los países que más están sufriendo la crisis. Y ello no se debe al crecimiento “desmesurado” del gasto público (como lo presentan los neoliberales), sino al comportamiento especulativo de la banca (creando el boom inmobiliario) y a las políticas regresivas fiscales, que facilitaron el crecimiento del déficit cuando disminuyó la actividad económica.

Estos sacrificios son enormemente impopulares. De ahí que en España las derechas recurran a las banderas para conseguir el apoyo popular que sus políticas económicas le niegan. La derecha nacionalista española es heredera del Estado fascista que dominó España durante 40 años y que justificó el enorme daño que conllevó (España tenía el PIB per cápita de Italia en 1936; en 1975, el PIB de España era sólo un 64% del de Italia), con el argumento de derrotar al comunismo y al separatismo, defendiendo “la unidad de España” (el eslogan utilizado por el fascismo y el posfascismo para justificar la imposición de una España radial, uniforme y excluyente). En defensa de unos intereses de clase, impusieron el mayor retraso económico, político, social y cultural que haya habido en Europa. Los datos hablan por sí mismos (ver mi libro El subdesarrollo social de España).

Sus herederos –el Partido Popular– han continuado haciendo un enorme daño a las clases populares de las distintas naciones y regiones de España, habiendo sido el Gobierno del PP el que, con sus políticas de desregulación del suelo y políticas fiscales regresivas, originaron la crisis actual. Y ahora, en su intento de capitalizar el anticatalanismo (que sembró la dictadura en la población española), se ha opuesto al Estatut que fue aprobado por los representantes del pueblo catalán y del pueblo español, argumentando que rompería España. La sentencia del TC, que ofendió (en su procedimiento, en su narrativa y en su dictamen) al pueblo catalán, ha creado tensiones totalmente innecesarias. Si el TC hubiera aprobado sin más el Estatut, España hubiera continuado unida. En realidad, se ha ido implementando durante cuatro años sin que apareciera ni siquiera una fisura. El Estatut representaba una redefinición de España. Es la resistencia a esta redefinición liderada por la derecha española la que está estimulando la rotura de España, pues el independentismo se está alimentando de esta insensibilidad hacia aceptar una España que respete su plurinacionalidad.

Pero España es plural, y el mejor indicador de ello es la selección española de fútbol, en la que precisamente el contingente del Barça jugó un papel clave en la victoria. Cuando el Barça ganó la Champions y sus jugadores expresaron con orgullo “Visca Catalunya!” en un Camp Nou lleno de senyeras, varios medios madrileños presentaron tal movilización como prueba de un incipiente separatismo. La mejor prueba de tal falsedad es que, el pasado domingo, estos “supuestos” separatistas jugaron un papel clave en dar la victoria a España. ¿Hasta cuándo continuará la derecha dividiendo a España?

Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en la Johns Hopkins University

lunes, 19 de julio de 2010

Una lógica sin oponente



En la década de los noventa y en plena fabulación europeísta, economistas españoles instalados en el status explicaban sin equívocos que el Tratado de Mäastricht con sus límites al déficit, era una auténtica reforma constitucional por la vía de los hechos y al margen del Parlamento. Es más, se llegó a decir que el sistema de Seguridad Social “no debía ser demasiado generoso… Otra cosa es lo que diga la Constitución (que, en todo caso, no es un modelo de racionalidad económica)”.

Quince años después Sarkozy pretende una reforma que incorpore a su constitución la obligatoriedad de impedir el déficit; Obama ha declarado algo parecido; Rajoy lo ha planteado sin ambages y el Gobierno español se aplica a ello con diligencia dejando a la Constitución de 1978 hecha unos zorros en materia de Derechos Fundamentales.

Desde los cuatro puntos cardinales en que se han constituido el FMI, la OCDE, la UE y el BCE se insta a profundas y urgentes reformas laborales. Los gobernantes declaran ante sus pueblos que se debe ganar la confianza de los mercados (vocablo esotérico con la que se encubren, difuminan y se agazapan entidades tan concretas como bancos, financieros, inversores, agiotistas y gobiernos que los acogen en su seno). Los poderes públicos hacen bueno aquella expresión de Tietmeyer cuando fue presidente del Bundesbank: “los políticos deben acatar las decisiones de los mercados”. ¿Dónde está la Democracia?

Estos gurús saben perfectamente que los recortes en salarios, pensiones, inversiones y gasto público, añadidos a la facilidad y baratura del despido y a la precariedad subsiguiente, no crean empleo ni tampoco relanzan la economía; es más, lo reconocen paladinamente. Utilizan la coartada de la racionalidad económica como el velo ideológico que encubre -so capa de cientifismo- sus intereses de clase dominante. Son conscientes de que no pueden dejar ni un resquicio libre por el que los dominados -si se organizan- puedan obligarles a rendir y pagar las cuentas de los robos, manipulaciones, errores, trampas y demás delitos que han conducido a esta situación de crisis. Quieren dejar claro que no hay alternativa a su poder, a sus intereses, a sus métodos y a sus montajes ideológicos. Conocen mejor que nadie que no hay nada más político que la Economía. Se trata de de que los otros no caigan en la cuenta. Reconocen de facto que existe la lucha de clases y se aplican a ganarla en todo momento.

Esto ha sido posible porque el mundo social, ideológico, sindical, político y ético que dice representar a los dominados, ha tiempo que se alineó con los valores y prácticas del llamado pensamiento débil; es decir la aceptación de la lógica de los otros, aunque con esporádicas, débiles e inútiles protestas de vez en cuando. Piensen los lectores en el apoyo incondicional y acrítico de determinadas organizaciones y creadores de opinión al proceso de montaje de este bodrio llamado UE. La lógica dominante carece- hoy por hoy- de oponente estructurado y con entidad suficiente para ejercer de réplica y contrapropuesta eficaz.

Porque una lógica sólo se combate con otra distinta, confrontada, alternativa y organizada. Una lógica que sitúe a la ciencia económica como un instrumento al servicio de las necesidades humanas y no como la realización absoluta de un logos externo e independiente a las decisiones y voluntades de la ciudadanía.

Esa otra lógica, ligada a la humanidad cercana y concreta, niega consecuentemente todas y cada una de las tres divinidades del dios capitalismo. El mercado, la competitividad y el crecimiento sostenido no sólo se han mostrado a lo largo de esta crisis como mecanismos inútiles para resolverla sino que han sido la causa de ésta y las anteriores. Pero es que además, la simple formulación de algunos de ellos, como es el caso de la competitividad predicada para todas y cada una de las naciones del planeta, es en sí misma una insalvable contradicciónin términis.

Es hora de fijar con decisión la preeminencia de la Democracia, los Derechos Humanos y la Carta de la Tierra. Y ello conlleva valores, actitudes y propuestas radicalmente diferentes a las que, fracasadas, son reiterativamente maquilladas como verdades incuestionables. Sólo desde una lógica y práctica alternativas conceptos como austeridad, racionalidad, planificación, eficiencia, productividad, solidaridad, sentido común y ética cívica cobran su exacto significado.

Y no es una cuestión de grandes declaraciones sino de organizarse en toda Europa para dar la respuesta alternativa, continuada y estratégicamente organizada. Los conatos desganados de movilización se circunscriben a cada país mientras la agresión proviene de la UE en su conjunto. ¿Dónde está la Confederación Europea de Sindicatos?

Recordemos cómo en los prolegómenos de la I Guerra Mundial el patrioterismo chauvinista arrastró a bastantes organizaciones obreras a una locura bélica que objetivamente no les concernía. Ahora es preciso y urgente organizar el cañamazo socio-político de una Europa unida institucionalmente, con un presupuesto común digno de tal nombre, una fiscalidad compartida, una economía coordinada y una sola voz en el concierto internacional. Y eso no vendrá de ellos.

Si la dictadura de los mercados no es contestada; si la alienación economicista se asume con fe de carbonero o si la docilidad a inercias electoralistas que difuminan el conflicto esencial no es obviada, sólo nos quedará la reedición de las lágrimas de Boabdil de Granada.

domingo, 18 de julio de 2010

Va a ser que la huelga no es por dinero.

Isaac Rosa


Artículo 37 de la Constitución Española:

1. La Ley garantizará el derecho a la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios.

“Los empleados de Metro tienen que ser solidarios con el resto de empleados públicos y con muchísimos de empresas privadas que se aprietan el cinturón.” -Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid-

Ya sabíamos que los trabajadores de Metro son unos privilegiados y unos insolidarios. Ahora además sabemos que son unos tacaños, y por si fuera poco también unos tontos que no saben ni sumar. Nos lo ha descubierto Esperanza Aguirre, que tras echar la cuenta de la vieja se sorprendió por el rechazo de la última propuesta de la empresa: una bajada de sueldo del 1,5%. Según Aguirre, supondría menos de 30 eurillos mensuales (¡tacaños!), frente a los 100 euros por día de huelga que dejan de cobrar (¡tontainas!).

Claro que cabe otra posibilidad: que los trabajadores de Metro no sean ni tacaños ni tontos, porque en realidad lo importante no es que sean 100, 30 ó 2 euros, sino el hecho central: el incumplimiento del convenio colectivo.

El argumento de Aguirre es reversible: si le damos la vuelta, podríamos preguntarnos cómo es posible que la empresa prefiera un conflicto laboral a cambio de ahorrarse sólo un 1,5% de gasto salarial que bien podrían sacar de otra parte (como de hecho proponen los trabajadores). De modo que para Metro, y para Aguirre, lo importante tampoco son esos 30 euros por barba.

Como temen los trabajadores, la ruptura del convenio sería un peligroso precedente, pero sobre todo echaría por tierra un elemento central de las relaciones laborales. Firmar un convenio suele costar sudor y lágrimas, y los trabajadores hacen sus propias renuncias para llegar a acuerdo. Si ahora queda en papel mojado, aunque sea por 30 euros, con qué ánimo negociarán el próximo. Más en un momento como éste, en que hay una ofensiva ideológica contra la acción sindical y los convenios colectivos, que puede acabar contagiándose a la reforma laboral que salga del Congreso.

La que no es tonta, ya lo sabemos, es Aguirre. Para ella lo de menos es recortar un 5% o un 1,5%. Lo importante es no perder este pulso, no mostrar debilidad. Y sabe que, con servicios mínimos de “normalidad absoluta”, y el verano por delante, el tiempo juega a su favor y presiona contra los trabajadores. Salvo que éstos no se sientan solos. ¿Quién tiene que ser solidario con quién?

sábado, 17 de julio de 2010

Retrato de un cumpleaños amargo.

Todo es una carga para este cuerpo, para este alma mutilada, podrida de dolor.
Todo es un esfuerzo innoble para una mente fatigada de soportarse a sí misma.
El mundo acaba donde comienza el viento de cara, me doy la vuelta y no quise saber más. A mis cuarenta y diez no sé dónde ir, pero si de donde vengo. Sé mirar para atrás, pero se me olvidó soñar hacia adelante, y así nos va.

Miedo es mi costumbre, mi amigo inseparable, mi cáncer, mi muerte.
Dolor, mi recuerdo más temido, mi demonio, mi lucifer. Mi razón de ser.
Mirando al infinito paso segundos, minutos y horas, como esperando un día tras otro a que el mundo me regale una explicación, me acurruque en su regazo, me diga que todo pasó y que desde ahora seré feliz. Como si un Demiurgo de poder absoluto nos hubiera prometido alguna vez que la ilusión de la justicia universal fuera a dejar de ser creencia, para alcanzar la categoría de certeza indiscutible.

La amargura de mi día a día me empapa como a un bebé recién nacido.
Miro a mi alrededor, y no soy capaz de discernir ninguna mirada cómplice, ningún príncipe azul que me venga a salvar de mi propia cárcel, de este infierno que me consume poco a poco.

Pero es que hay cosas que si no cierras los ojos no se ven. En este momento cierto de soledad, que no por buscada es menos agria, se fraguan las mejores remontadas, se ganan las batallas épicas y se labran los mejores futuros. Porque igual que para las buenas revoluciones, toda fase inicial ha de ser perféctamente anárquica.

Pero no hay fuelle, no hay chispa, sólo brasas a medio arder, ascuas a medio apagar...



viernes, 16 de julio de 2010

La vieja memoria.

Uno de los documentales más completos sobre la guerra civil española, dividido en dos partes que suman más de dos horas de duración.

Parte 1



Parte 2

jueves, 15 de julio de 2010

Gaspar Llamazares en el debate sobre el estado de la Nación.






Visto el discurso del miércoles de Gaspar Llamazares, uno se siente preso de una sensación contradictoria. Por un lado se siente reconfortado, satisfecho de que un político parlamentario sepa "leerle la cartilla" con ideas y argumentos al Presidente del gobierno, sin caer en el juego partidista del "y tú más" al que nos han acostumbrado Zapatero y Rajoy.

Por otro lado, sin embargo, me siento decepcionado. Decepcionado porque no me explico cómo puede ser que Llamazares haya esperado tanto tiempo para lanzarse a la arena del combate político. Una vez ha visto cómo a su grupo parlamentario sólo le queda un escaño y él ha anunciado que se retirará en los próximos comicios, Gaspar Llamazares (siguiendo las directrices de IU, como es lógico) ha abandonado la docilidad discursiva a la que nos tenía acostumbrados en los últimos años hacia el PSOE (a cambio de un premio del que ahora se ve privada y del que se queja Llamazares alrededor del minuto 6 hablando de la deslealtad que el PSOE ha tenido con ellos) y se ha decidido a mostrar, por fin (aunque tímidamente), los dientes que la izquierda lleva tanto tiempo sin atreverse a enseñar en España.

Así, se me ocurre pensar que otro gallo cantaría a los asalariados y a los ciudadanos de este país y del mundo si los intelectuales y políticos que se dicen de izquierdas no los hubieran traicionado de manera cobarde tantas veces. Porque el silencio de las injusticias es una forma de traición a la verdad y a los que creen y dependen de ella, la izquierda debe volver a la calle a gritar bien alto la verdad de los hechos y de la historia. Porque en épocas de mentiras, contar -y gritar- la verdad se convierte en un acto revolucionario.

Retrato de derecha con crucifijo

Juan Carlos Monedero

No nos equivocaríamos buscando nuestro teorema de Poincaré de la ciencia política en dos lugares: primero, por qué en tiempos de crisis no triunfa la revolución; luego, cuáles son las razones por las que una monja de filiación vaticana y misa y comunión diarias puede votar a un político putero, ladrón o mentiroso que incumple, cuando menos, 15 de los diez bíblicos mandamientos. El modelo es Berlusconi, pero no le andan a la zaga, aquí en Celtiberia, nuestros clásicos, jaleados por medios de comunicación que, si bien no desafinan, abundan, como lamentaba Valle-Inclán en Luces de Bohemia, en entonar “una nota más baja que el cerdo”.

El tradicional “calumnia que algo queda” se ha traducido a un bochornoso “miente, que les gusta creernos”. Esta síntesis de Trillo sobre un corolario de la ley de Murphy constituye la visión central del PP. Está detrás de las perennes negaciones de lo obvio con las que enfrentan sus problemas de corrupción (Gürtel, Fabra, Alicante); sustituye al estruendoso silencio de propuestas económicas (en una crisis de su propio modelo); o se esgrime al atacar en España lo que hacen sus socios en Europa. Escuchar a Soraya Sáez, Cospedal, Rajoy, Camps o a Aguirre, remite patéticamente al Homer Simpson de: “¡Yo no he sido! ¡No me has visto! ¡No puedes demostrarlo!”. Pícaro en Springfield, pero demasiado bufo incluso para la calle Génova.

Pero la pregunta, viendo las encuestas, sigue siendo: ¿brutos o astutos?

La única certeza humana es la muerte. De ese destino, salen dos grandes respuestas. Una, el miedo. La otra, la esperanza. El miedo es inmediato, pone en alerta la supervivencia y despierta mecanismos de defensa. El miedo monologa. La esperanza, por el contrario, tiene como objetivo el futuro. Es una construcción intelectual, un proceso que necesita pensarse con los otros. Es un diálogo. La derecha siempre ha apelado al miedo. La izquierda a la esperanza. Cuando caer en la escala social es probable, distanciarse de los fracasados es una opción. Otra, organizarse. Odiar es más sencillo.

Varias derechas se nutren de esa desconfianza. Una acomodaticia, obediente, amante del orden o rehén de algún privilegio. Otra tecnócrata, para la que no existen pobres sino perdedores. Otra españolista, recelosa de cualquier otra identidad próxima (las otras naciones de España). A menudo, también es cristiana, entroncando con esa España eterna que se alzó con Don Pelayo, expulsó católicamente a moros y judíos, y continuó su pelea con Austrias, Borbones, carlistas y franquistas contra bohemios, gitanos, masones, liberales, ateos y rojos.

La socialdemocracia, como en otros tiempos, se encarga de apuntalar responsablemente el capitalismo. Como si su tarea histórica fuera esa. Cubierta, la derecha, verdadero núcleo del actual modelo liberal capitalista, se da el lujo de decirse antisistema. Sarkozy, Sarah Palin, Berlusconi o Esperanza Aguirre hablan de rebeldía fiscal y desobediencia ciudadana, cuestionan a los jueces y hasta critican al Estado o a algunos poderosos. Sólo la derecha se atreve a ser políticamente incorrecta. Es la arrogancia sobrada del señorito. Torrente, al final, no es un antimodelo: es el paradigma a imitar. Que le pregunten a Aznar o a Mayor Oreja.

Al tiempo que la socialdemocracia argumenta con la gobernabilidad, la derecha sin complejos alimenta el miedo, ofrece coartadas ajenas a cualquier valor y organiza la rabia. Roban, ríen y dicen a la ciudadanía: no te preocupes. Soy tu representante, ego te absolvo. Miente, amenaza, piensa sólo en ti, que yo también lo hago. Para que no haya fisuras, lanza un mensaje a los cuatro vientos: ¡todos los políticos son iguales! Pura cultura nacional-católica. Esa que habíamos superado en la Inmaculada Transición. ¿Educación para la Ciudadanía? ¡Pecad! Estáis perdonados.

Este modelo necesita enemigos para funcionar. Lo ofrece esa izquierda financiada por Moscú, hecha anti España y pura horda en octubre de 1934, y representada hoy principalmente por el PSOE (en esencia porque les sustituyó, no porque sea de izquierdas). El otro enemigo necesario es el extranjero, que cubre una función terrible: la de decirle al damnificado del modelo neoliberal: “Tranquilo, que, pase lo que pase, tú eres de aquí”. Una recompensa simplemente moral asentada en una identidad que se alimenta negando a los otros.

El círculo lo cierran los que no rezan y se tocan. La derecha puede divorciarse, abortar en Londres, poblar sus medios de comunicación con anuncios de contactos, regentar burdeles, vender preservativos y armas o comerciar con Israel, Marruecos o China, y, al tiempo, monopolizar el discurso de la moral. Es la mentira que necesita creerse para no naufragar en la dureza de un mundo sin premios ni castigos de ultratumba. Un nosotros barato y funcional. Su orden se basa en el miedo y, por tanto, está lleno de represión. Es muy frágil. De ahí su fobia ante cualquier agresión a su débil credo (sea la adopción gay, los sindicatos, las descargas p2p, Chávez, las células madre, otros nacionalistas, la risa o los islamistas).

Ya no hay príncipes que salven a la huerfanita. Vemos también disolverse la “autoayuda colectiva” del Estado social. Tiempo de salvarse uno mismo. Es el éxito de Belén Esteban, de las telenovelas y los libros de autoayuda. Una concepción agónica de la vida que lleva al egoísmo justificado, al nihilismo y la violencia. También a falsos desafíos (las salidas de tono de Esperanza Aguirre y El Cobra o nombrar a Chiquilikuatre para Eurovisión). Mientras, la izquierda se desliza por interpretaciones morales de las cosas que dejan de lado análisis materiales de la realidad. Dios ha muerto, Marx ha muerto, la historia ha muerto y yo me encuentro francamente mal. Siempre nos quedará Suráfrica.

Juan Carlos Monedero es profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid

miércoles, 14 de julio de 2010

Idiomas, exilios y cócteles Molotov

Arturo Pérez Reverte

XLSemanal - 05/7/2010

Me inquieta el número de jóvenes que en los últimos tiempos piden consejo. Qué debo hacer, qué libro debo leer, qué estudiar o qué caminos abandonar, cómo puedo conciliar lo que sueño con el paisaje desolado en que ustedes, los mayores, me han convertido el horizonte. Cuando preguntan cosas así, intento abrir camino a la esperanza. Lee esto, prueba con aquello, viaja a tal sitio. Traza tu camino con sentido común y con decencia. Pero hay días en que ese discurso no me sale. Soy de la generación que ha colaborado en armar esta trampa infame, la ratonera donde viven atrapados tantos jóvenes dolorosamente lúcidos. No siempre puede transmitir esperanza quien a veces no la tiene. Hace unos días, durante uno de los breves contactos que mantengo con lectores y amigos a través de la red social Twitter, me encontré dando a uno de ellos, que preguntaba qué leer con veintisiete años y en paro, una respuesta inquietante para mí mismo: «Un libro para aprender idiomas y largarse, o uno donde aprender a fabricar cócteles molotov».

Lo de la coctelería era broma, hasta cierto punto. Pero la primera parte del consejo me salió sincera. A veces creo que esto no tiene solución. Que este país irresponsable, históricamente enfermo, está condenado a repetirse a sí mismo hasta la traca final. Y en cada ocasión recuerdo lo que, de niño, oía a mi abuelo paterno, que era lúcido, culto, republicano, y usaba sombrero, sobre todo para quitárselo ante las señoras: «Arturín, aprende francés, que es muy triste ir al exilio sin hablar idiomas». Le hice caso, y hablo un francés de puta madre. También, a menudo, uso sombrero. Pero entre viajes y libros se echaron los años encima. Ahora ya me da igual irme o quedarme. Estoy cansado. Soy demasiado mayor, y hay días en los que sólo me levanto con ganas de morir matando.

España fue, durante siglos, muchas cosas buenas y malas. Hoy es algo parecido a intentar introducir una especie de barra o varilla por una serie de piezas hechas con agujeros desiguales: cada uno de un diámetro diferente, hechos de materiales distintos y situados en diferentes posiciones. No hay pulso que enhebre el invento, ni posibilidad de que nadie alinee aquello y funcione la maquinaria. Sin embargo, me resisto a creer que nada pueda hacerse. No escribiría estos artículos, en tal caso. Sigue habiendo, pese a todo, gente que lucha y se arriesga, empresarios dignos, funcionarios decentes, jóvenes solidarios y valerosos capaces de levantarse y trabajar cada mañana. De pelear, si hace falta. Amigos en quienes esperar y confiar. Por eso duele más. Por eso ulcera el alma verlos maltratados por estas diecisiete Españas injustificadas, egoístas y ladronas, donde las ratas y los chacales depredan a su aire, envidiándose y odiándose a partes iguales, desmontando cuanto hace posible el respeto y la convivencia. Esa gentuza iletrada, infame, que ha hecho de la política su forma de vida y de nosotros su negocio, desvalija el país y se lleva por delante las instituciones en su ávida carrera por el dinero y el poder. Destroza el futuro. La impunidad de esos golfos la garantizan millones de ciudadanos apáticos sentados ante el televisor, viendo el fútbol y a Belén Esteban mientras aceptamos, aborregados, que nos conviertan en un país miserable, cutre, exclusivo para turistas baratos de cerveza y vomitona. Un lugar sin industria ni recursos propios, sin clase media, hecho de buscavidas y mendigos, de subvenciones mientras las haya, de putas y camareros. Dicho sea con todo el respeto para las putas y los camareros. Que, a este paso, serán quienes nos den de comer.

Algún retorcido consuelo queda de todo esto: a los principales culpables los hemos parido y votado los padres de esos jóvenes. Salen de nuestra entraña desde hace cuatro décadas. Los engordamos a nuestra costa, tarados por una dictadura anterior que nos hizo acríticos e ignorantes. El mayor homenaje a nuestra imbecilidad nacional tuvo lugar en el Senado hace unas semanas, el primer día que allí se utilizaron las diversas lenguas oficiales con traducción simultánea y pinganillo. Ésa es la España que los días de cabreo extremo, cuando aconsejo, como mi abuelo, tener idiomas y una maleta por si hay que largarse, quisiera ahorrar a los jóvenes más lúcidos: un andaluz medio analfabeto, presidente autonómico, hablaba con torpeza en catalán mientras otro andaluz casi tan analfabeto como él, vicepresidente tercero del Gobierno, escuchaba mediante un auricular la disparatada traducción a una lengua, el castellano, que ambos conocían -decir dominaban es excesivo- casi perfectamente. Y mientras, en sus bancos, encantados de estar allí, los cómplices de esos dos sujetos aplaudían.

martes, 13 de julio de 2010

Luís Pastor canta a los republicanos españoles

Preciosa canción compuesta por Luís Pastor para un documental realizado por Alfonso Domingo para TVE sobre la labor de los republicanos en la Guerra Civil española y en la Segunda Guerra Mundial.


lunes, 5 de julio de 2010

Los medios son el aparato ideológico de la globalización

Ignacio Ramonet
Prensared

El intelectual y periodista Ignacio Ramonet clausuró la Bienal Iberoamericana de Comunicación realizada en Córdoba (Argentina) del 26 al 29 de septiembre de 2007. Fue presentado por María Inés Loyola. Lo precedió en el uso de la palabra el investigador cordobés Héctor Schmucler.

"No puedo empezar esta charla, esta reflexión, sin rendir homenaje a la extraordinaria reflexión que acaba de proponer mi amigo, maestro, Héctor Schmucler con mucha valentía. Esta exposición, este testimonio personal es también la historia de la comunicación contemporánea y el itinerario intelectual que merece mucha reflexión para todos nosotros que hemos conocido y acompañado una parte de esa experiencia.

También agradecer a las organizadoras Marijo Villa y Susana Morales y a todo el cuerpo docente por haber organizado esta bienal. Me siento muy honrado que se me haya confiado la clausura ante tantos especialistas como hay en la sala y estudiantes y estudiosos de los temas de la comunicación.

Quisiera presentar una serie de apuntes porque creo que estamos todos deseando pasar a una nueva etapa y sacar la lección de todo lo que hemos aprendido en estos tres días. Algunos apuntes, quizá, en prolongación de este itinerario histórico que había propuesto Shmucler y con la idea de decir en qué momento estamos hoy – en mi opinión-, de esta historia mediática y comunicacional.

Pienso que los medios, en general, aparecen -quizá por la cultura mediática que hemos adquirido en los últimos decenios y como consecuencia de los trabajos realizados por los departamentos de ciencias de la comunicación. Todo ese saber que se ha desarrollado, relativamente nuevo, no existía masivamente hace 50 años y que se ha extendido ahora-, como un problema de la democracia.

Si los medios son la condición para la democracia, en la medida en que la ausencia de democracia se caracteriza precisamente por la ausencia de libertad de expresión y de una pluralidad que exprese la riqueza y la diversidad de la sociedad. Hoy, curiosamente, se produce en nuestras sociedades primero un sentimiento difuso: que los medios no funcionan.


Medios y mentiras

No sólo porque a veces se les pilla en flagrante ejercicio de mentira, como lo vimos en momentos trágicos, en particular en la víspera a la invasión de Irak, cuando se avanzó desde las posiciones de autoridad tan importantes como la presidencia de los EE.UU o algunos de los medios más respetados hasta entonces como el New York Times, o el Washington Post; se pudo afirmar que Irak poseía armas de destrucción masiva o que Irak y el presidente Sadam Husseim habían participado de las organizaciones de los atentados del 11 de septiembre.
Dos evidentes mentiras, hoy demostradas. No sólo por eso estas mentiras se acumulan. Pero, en la historia mediática también han habido otras mentiras. Por ejemplo, cuando estudiamos la comunicación nos damos cuenta que desde la resistencia salvaje y popular a una comprensión política, a una dictadura, a un autoritarismo, precisamente, en una sociedad donde no se permite la libertad de expresión, la sociedad va a emitir una serie de mensajes anónimos que circulan por y para subvertir el orden existente. Es característico de las dictaduras.

En las dictaduras, hay muchos rumores. Si el dictador y el sistema dictatorial afirman algo, aunque todo el aparato mediático del poder insistan en repetir esa verdad oficial, la sociedad no se lo cree y difunde automáticamente rumores que descalifican la palabra del poder.
La otra manifestación salvaje de resistencia popular a la voluntad de imponer un discurso, por ejemplo, es el chiste. Nunca se han producido tantas historias que se burlan del poder, que hacen reír, como en los sistemas autoritarios. Y estos dos aspectos, curiosamente el chiste, la broma y el rumor a expensas del poder para descreibilizar la palabra del poder, son dos manifestaciones características de las dictaduras.

Pero si nosotros observamos lo que pasa en nuestras democracias desarrolladas hoy ¿qué es lo que vemos? En la mayoría de los países – no sé si es el caso en Argentina- se han desarrollado ediciones cómicas que tienen vocación por hacer reír en el que el sistema público es el telediario, y los periodistas son los personajes más payasos de la sociedad. Es el caso en Francia, de España y de muchos países donde sistemas de marionetas o de animación sofisticados presentan precisamente el marco de la información como lo más caricatural del funcionamiento de las sociedades contemporáneas.

En nuestras sociedades democráticas, donde hay una pluralidad de medios, una sobreabundancia de medios, es donde más se manifiestan los rumores. Por ejemplo, del 11 de septiembre, existen decenas de miles de sitios en Internet donde se demuestra matemáticamente que ese atentado no ha tenido lugar. Sobre todo, el de Washington y donde se demuestra de que, exactamente, esto no fue así porque hay un complot detrás que dice que los responsables de Estados Unidos han organizado este atentado.

Estos ejemplos indican que en situación de democracia hoy significan que la información está funcionando como en una dictadura o como en sistemas de opresión. Hoy existe en nuestras sociedades, una sensibilidad muy particular hacia el funcionamiento mediático. Y hay una insatisfacción, justa o no justa, justificada o no, sobre el funcionamiento mediático.

El profesor Shmucler, acaba de dar un ejemplo sobre la cuestión de la inflación en Argentina, muy interesante, porque es una cifra que se calcula mediante mecanismos matemáticos. Sin embargo, nos explicaba que existe una desconfianza muy extendida hacia la verdad de esa cifra. Es otra demostración, que lo mismo ocurre aquí, sobre otros temas. Lo que dice la autoridad política o mediática no es automáticamente creído. Estamos, por consiguiente, en un sistema de desconfianza generalizada, de crisis de credibilidad, y tenemos cada vez más conciencia de que nos encontramos en una situación a la que yo califico de inseguridad informacional.

Existen otras inseguridades, en términos de trabajo, de salud, de seguridad estricta frente a la violencia pero también en una sociedad de inseguridad informacional. Si recibo una información hoy, no estoy seguro que sea buena y el cuerpo social está desarrollando una serie de mecanismos de alerta que hace que frente a algunas informaciones la postura más higiénica, más sana, consiste en desconfiar primero y creer después. Así, hasta hemos visto situaciones que parecían sólidas, que podríamos calificar de insurrecciones mediáticas.


Insurrección mediática

Hemos visto sociedades sublevarse utilizando los mecanismos mediáticos individuales de los que cada uno de nosotros dispone hoy: los teléfonos celulares y ordenadores para difundir masivamente de individuo a individuo y no de un punto a la masa de ir transmitiendo como un virus una contrainformación frente a la información oficial y fue lo que pasó en España con el atentado en Madrid y que las autoridades oficiales trataron de presentar a un culpable oficial y el cuerpo social no lo aceptó.

Desde otro punto de vista, lo que pasó el año pasado en Hungría. En una conversación que parecía no tener gran importancia el jefe de gobierno admitió que le había mentido a la sociedad para ganar las elecciones, y se sublevó la población de Budapest durante varios días y semanas. También es una insurrección mediática.

La idea es de que todo el cuerpo social, la sociedad, los ciudadanos primero desconfían de los medios y segundo están dispuestos a movilizarse si constatan que les engañan.

Entonces, esta cuestión de los medios se ha transformado hoy, en muchos países, en el principal problema de la democracia. Evidentemente, hay una especie de paradójico fracaso de los medios. Por una parte, triunfan porque nunca han tenido tal dispositivo tecnológico a su disposición. Pero, por otra parte, hay un fracaso fundamental en la medida que esa credibilidad no está funcionando.

La sociedad está convencida de que los medios, no sólo tratan de engañarlo por razones políticas etc. sino que esencialmente no están funcionado como un elemento masivo de educación cívica para construir sociedad; sino que funcionan según otros criterios. Y en sociedades como las nuestras, donde tantas instituciones que se mantenían como pilares (familia, iglesia, educación, servicio militar) se han derrumbado; en algunos sectores donde las sociedades están en busca de su identidad contemporánea, existe la idea de que los medios constituyen la argamasa que va a constituir cuerpo social. Y los medios no lo están asumiendo.
Desde ese punto de vista, hay como una gran decepción frente a esa responsabilidad no asumida por los medios. Por otra parte, existe la sospecha de que si no funcionan como elemento masivo de educación cívica en realidad están funcionando sencillamente como una mercancía.


Ciudadanos en venta

La información está circulando como una mercancía, no según las leyes de la información, sino según las leyes de la oferta y la demanda y para mejor funcionar están cambiando su naturaleza y se están adaptando para venderse mejor, se adaptan a las leyes retóricas, no de la información, sino las dominantes de la esfera de la cultura de masas.

Es decir: efectos de emisión, simplicidad, espectacularidad, maniqueísmo, velocidad, urgencia como decía Shmucler, instantaneidad que es el régimen de la velocidad natural, normal, en tiempo real, que ha suprimido el espacio, que hace que efectivamente para las comunicaciones de hoy el espacio no exista. Tuve la sorpresa el otro día cuando dí la conferencia de prensa aquí que ya estaba en YouTube y alguien ya me la había enviado.


Esa idea del tiempo real ha destruido el periodo necesario para la elaboración de la noticia y, por consiguiente, ha creado toda una urgencia en su elaboración que, en la mayoría de los casos, se resume en transmitir (mecanismo propiamente técnico) y no seguir una cultura periodística en la manera de elaborar la información.

Por otra parte, los propios mecanismos comerciales de la información hoy día están perturbados con la aparición de los "gratuitos". La gratuidad es la cultura de Internet, pero el NYT ya ni siquiera pide a cambio una pequeña suma de dinero para poner a disposición de los usuarios todos los archivos históricos y editoriales. La consulta es gratuita.

¿Por qué? Porque el mecanismo económico de la información es otro. Hasta ahora podríamos pensar que el mecanismo económico de la información consiste en vender información a los ciudadanos. Pero, cada vez más -como la decisión que acaba de tomar el NYT-, el negocio consiste en vender ciudadanos a los anunciantes. Nosotros somos vendidos. Lo que quiere el NYT, los periódicos gratuitos y la televisión es que seamos numerosos.

Cuanto más seamos, más caros van a vender los segundos la publicidad y la información es gratuita. Estos cambios, esta necesidad de que la información sea la más sencilla posible, para que el número de consumidores sea el más amplio posible, sin que haya un obstáculo para este consumo, estaba modificando el funcionamiento estructural de la información. Entonces, un parámetro como el de la verdad -eminentemente subjetivo, en función del punto de vista que se adopta-, tiene cada vez menos pertinencia y no se considera demasiado importante que la información que se difunde refleje realmente lo que ha ocurrido.


Medios y poderes

¿Por qué? Precisamente, porque por una parte se han dispuesto las leyes del entretenimiento y por otra parte, las leyes de la oferta y la demanda. Esta nueva situación del funcionamiento mediático en general arruina el concepto del Cuarto Poder. Pienso que hoy, ya lo expresé en otros trabajos, globalmente no se puede decir que los medios constituyan el cuarto poder.

A menos que no sepamos cuál es el origen de esta expresión. Les recuerdo que la idea de que la democracia o la república para ser tales debían descansar sobre tres poderes, es una idea de la ilustración francesa, precisamente de Montesquieu quien desarrolla estas ideas en el libro “El espíritu de las leyes”. Desarrolla la idea para que una sociedad funcione de manera armoniosa, sin ninguna autoridad superior, sino para que se autogobierne, tiene que haber tres poderes.

Un poder que representa a la sociedad y que elabora las leyes que luego van a articular y organizar la sociedad, que es el poder legislativo. Por consiguiente, el poder legislativo era como una maqueta, un modelo reducido de la sociedad donde están representados un conjunto los ciudadanos; un poder ejecutivo que tiene la función de hacer cumplir las leyes y el poder judicial que por definición debe permanecer aislado de los otros dos poderes porque debe hacerse sin ningún tipo de presiones: políticas, religiosas, militares etc.

Estos tres poderes son los que efectivamente las primeras sociedades democráticas van a desarrollar como principios, antes de que existieran las comunicaciones de masa propiamente dichas, que solo existen cuando las técnicas de reproducción masiva lo permiten. Se inventa la rotativa, la linotipia, que permiten editar centenares de miles de periódicos en una noche y también cuando las sociedades están alfabetizadas para poder leer ese medio colectivo.

Cuando empieza a haber medios de masa en la democracias, antes de la Primera Guerra Mundial, se contaban con los dedos de la mano. Cuando comienzan a desarrollarse los medios masivos de comunicación, en una sociedad alfabetizada y democrática, aparece un concepto y un actor colectivo que es la opinión pública. Con esta idea hay un debate sobre el tema. Nuestro amigo Pierre Bordieu decía que no existía y que era un invento de los sociólogos norteamericanos, porque era el reflejo de los medios masivos.

Si no hay MCM, no hay opinión pública. Retomando el ejemplo anterior del profesor Shmucler sobre la inflación, cuando decía que hay informaciones que uno puede verificar. Sobre eso, no necesito que los medios digan algo. Y si dicen algo en lo que no creo, dudo. En cambio, cuando los medios afirman algo de un territorio muy alejado de mí, del que no tengo por definición una experiencia concreta en mi vida material, cuanto más alejado esté de ese escenario de la información más dependo de los medios.

Por ejemplo, lo que ocurre en Irak, Afganistán, en Teherán, no tenemos experiencia de lo que pasa. Es virtual, es mediática. Creo o no creo, dudo o creo en parte lo que dicen los medios; pero es función de los medios. Por consiguiente, la opinión pública, si hoy se hace un sondeo sobre qué piensan los argentinos de Irak, en general la encuesta va a revelar lo que los medios dicen.

Entonces, el concepto de opinión pública va a permitir relativizar la legalidad de los tres poderes en la democracia. Porque la cuestión es la siguiente. Si, democráticamente en una democracia se toma una decisión de hacer una ley ¿qué es lo que moral o éticamente puede condenar esa ley? Si es democrática, se ha votado, es representativa, no ha habido fraude, la ley es legal y se impone. Pero a pesar de todo esto, una ley puede ser criminal.

Por ejemplo, en EE.UU, la primera democracia moderna, durante casi un siglo hubo leyes votadas democráticamente que autorizaban la esclavitud. Autorizaban la compra y la venta de seres humanos, conviertiéndolos en pura mercancía. O la discriminación racial, que era legal en muchos Estados hasta los años 50. En un país democrático como Francia o en Inglaterra con constitución democrática, democráticamente votaron leyes que autorizaron la colonización, es decir, la invasión, la conquista militar, la destrucción de culturas, la explotación de riquezas, de personas, democráticamente votadas.

En Francia, también la justicia ha podido condenar a un inocente como fue el caso del capitán Dreyfus que se le condena por traición pero en realidad se lo hace por antisemitismo. Los jueces se comportan como antisemitas para impedir que un judío ingrese al ejército y el pretexto es que ha traicionado al país frente a Alemania. Pero, precisamente, frente a estas leyes democráticas pero inicuas, criminales, va a surgir la utilización de la Opinión Pública. Ese sentimiento, esta utilización cívica de la prensa, y por ejemplo en el caso Dreyfus, surge la expresión Cuarto Poder que aparece en Francia y que utiliza frecuentemente la sociología norteamericana.

Por la movilización de una serie de personalidades conocidas por su reputación artística como Emile Zolà que se va a movilizar a favor de Dreyfus y va a exigir que se revise el proceso. Surgen a la vez, el cuarto poder y el concepto de intelectual, movilizado, comprometido con una causa del pueblo.

Aparece entonces la idea de que una democracia por muy legal que sea, es incompleta si a los tres poderes no se le añade un cuarto poder, que es el de la sociedad, el de la opinión pública aliada a los medios de comunicación masiva para corregir los disfuncionamientos de los tres poderes.

Hablo de la democracia, es decir, que es un poder en manos de los ciudadanos y un poder que tiene en definitiva como objetivo el permitir, vigilar, corregir y garantizar el buen funcionamiento democrático y así se inventa la opinión pública que pasa a ser un elemento del pueblo democrático. Mi idea es que esa función de cuarto poder de los medios, no está funcionando.


Globalización

Esencialmente, porque estamos en un periodo que se llama globalización y que ha modificado todos los parámetros de funcionamiento económico y cultural de nuestra sociedad. La globalización es el fenómeno dominante de nuestro tiempo, es una evidencia repetirlo, pero es importante recordar que la palabra globalización equivoca porque quiere decir que se extiende al globo.

Por ejemplo, la patata de Perú se extendió al mundo y podríamos hablar de la globalización de la patata. Pero no es ese el significado. La globalización es un fenómeno específico de nuestro tiempo y al que además no podría existir, sin los cambios que se han producido en el campo de la comunicación. ¿Qué es la globalización? Es, esencialmente, la idea de que los capitales pueden circular en el planeta sin traba.

Lo único que en este planeta puede circular sin trabas, aparte de los vientos y son detenidos por la cordillera, es el dinero. Lo que más se compra y se vende en el mundo hoy es el dinero. No es el petróleo, la soja o el trigo y los alimentos. Lo que más se compra y se vende es el dinero. Se compran y venden euros, dólares, y toda clase de moneda y se llama el mercado de divisas el mercado de cambios.

Y el hecho de que el dinero circule hace que si usted es un capitalista y tiene centenares de millones de dólares tiene dos posibilidades: o crea una fábrica con trabajadores que fabrican productos y los venden en los mercados todo eso es muy complicado y le va a procurar un beneficio de entre un 4% o 5%, y eso en el mejor de los casos. Ahora si usted coloca ese dinero en el mercado financiero actualmente usted está seguro de obtener un crecimiento término medio de 20 a 25%.

Entonces, en el mejor de los casos, aquellas personas que quieren colocar dinero en una empresa van a exigir que esa empresa les produzca un beneficio de 15% para que esa brecha produzca esa cifra. Tiene que deslocalizarse e instalarse en países subdesarrollados donde la mano de obra es muy barata, sobreexplotada, no hay derechos sociales o se destruyen, etc.

La liberalización de los capitales ha creado toda una situación que ha desencadenado la guerra principal de nuestro tiempo y es la guerra del mercado contra el Estado, del individuo contra el colectivo, la sociedad, de lo privado contra lo público. Y si el mercado de cambio se ha liberalizado es porque se ha desmaterializado. Si usted quiere comprar millones de euros no hace falta que lleve maletas.

El sistema utiliza las autopistas de la comunicación. Si no hubiese habido esta transformación tecnológica que signifique la revolución digital no estaríamos en un sistema que cada día, cada segundo, 24 horas, los 365 días al año está especulando con la moneda. ¿Para qué sirven las autopistas de la comunicación? No se han creado para que nosotros mandemos mensajes a nuestros amigos con mucho placer, se han creado para que transformen órdenes de compra y venta de valores financieros.

Por eso la globalización es ante todo un mecanismo financiero más que económico. Porque la economía supone la creación de productos, salarios y de sociedad. Y esto también es una empresa de tipo financiero. Entonces, esta lógica hace que en el mundo de la globalización, los actores principales están desmaterializados, no tienen territorios. Lo que tienen es la explotación de riquezas, mientras que los Estados son prisioneros aún de sus territorios. Y esta idea ha hecho que los actores principales de la globalización sean las grandes empresas.

Pero la revolución digital ha permitido que en el campo de la comunicación lo que antes era este sistema especializado en lo escrito, la imagen, el sonido, hoy día la tecnología es la misma para todo y ha creado un continente nuevo que es Internet. Hoy día las máquinas de comunicar especializadas, un poco lo decía Darwin de los animales demasiado especializados, están en vías de extinción. Porque todas las máquinas de comunicar actuales integran texto, imagen y sonido como los teléfonos.

Los ordenadores permiten todo: ver cine, escuchar música, ver fotografías, escribir. Todo. Este tipo de cambio hizo que las industrias que estaban especializadas en cada sector se unificaran. Por eso hemos visto aparecer, a lo largo de estos últimos 20 años, megarubros que no solo acumulan actividades de la comunicación y la información, unificando las tres esferas de la información, (comunicación, publicidad y de la cultura de masas), sino además integrando Internet. Y estos actores son los que dominan hoy económicamente la información.
Y claro, estos actores no tienen hoy una preocupación cívica. La preocupación de ellos, no es de construir sociedad. La preocupación esencial de estas empresas -y no hablo por el momento de ideología, estoy describiendo el mecanismo de formación de estos mastodontes de la comunicación que está dominado por sectores que no tienen que ver con la comunicación en el sentido de intercambio de mensajes- es la rentabilidad.

Por ejemplo, las empresas telefónicas, las informáticas, son actores de la comunicación. Pero también grandes empresas que no tienen nada que ver a priori directa o indirectamente con la comunicación. Por ejemplo, cuando Vivendi era el grupo número uno de la comunicación mundial distribuía agua en los edificios y casas de departamentos.

La idea es la siguiente. Con la revolución digital, usted tiene una estructura de empresa que le permite elaborar un fluido, enviarlo por unos tubos, medir el consumo en cada punto de consumo (casa o departamento). Si usted posee esa estructura, si junta agua, electricidad o TV por cable o cualquiera actividad de la comunicación, es exactamente lo mismo.

Entonces, esta nueva esfera que se ha creado con estos nuevos grupos, son los que hoy día están dominando la comunicación. En estos momentos estamos viendo la inmensa batalla que hay en el mundo por el control de la información económica (Reuters, Wall Street Journal). Es decir, los medios tienen ahora una postura de la rentabilidad, igual que los demás actores de la globalización.


Los medios, aparato ideológico

En este contexto, los medios no aspiran hoy a ser el cuarto poder. No es su preocupación. Pero, curiosamente, al transformarse en actores principales de la dinámica principal de nuestro tiempo, los grandes megagrupos son -como las grandes empresas-, actores principales de la dinámica dominante de nuestra sociedad. En realidad, quieren más. No se contentan con ser el cuarto poder, ahora lo que quieren es transformarse sencillamente en el aparato ideológico de la globalización.

De hecho, son el aparato ideológico de la globalización igual que cuando los conquistadores llegaron aquí tenían el aparato ideológico de la Iglesia, como apoyo a la conquista. Hoy día, a la penetración de la globalización, le acompaña el aparato ideológico de la globalización, es decir el sistema mediático, que efectivamente instala la idea de una manera extremadamente compleja, acompaña esa relación de que la globalización es lo mejor que nos podría ocurrir.

Establece de manera muy inconciente y permanente una idea muy difícil de combatir: que la globalización es sinónimo de modernización, de progreso. Es muy difícil estar en contra de esto cuando en realidad la globalización, para miles de millones de personas, es regresión. Y el aparato ideológico está repitiendo esta idea. Hoy día, el aparato mediático no quiere ser el cuarto poder. Pero de hecho es el segundo poder. Porque la jerarquía de poderes, se ha movido con la globalización. El primer poder es el financiero, el segundo es el mediático y el tercero es el político.

Todos tenemos en mente el modelo (Silvio) Berlusconi, que se transforma en la primera fortuna gracias a la construcción de edificios y en la primera fortuna de Italia, cuando adquiere el primer grupo mediático de Italia. Estos dos poderes, automáticamente y democráticamente, le van a dar el poder político. Por consiguiente, hoy está la idea de que esa pareja infernal entre el poder financiero y mediático no admite cualquier resistencia. La resistencia tiene un nombre: la voluntad política. Todo sistema que opone voluntad política, a la voluntad de dominar el mundo, inmediatamente, se ve sancionada.

Miren lo que está ocurriendo en América Latina. Uno de los pocos ejemplos en el mundo, donde una serie de gobiernos han combatido la globalización, las sociedades han vivido a sus expensas, la aplicación de medidas neoliberales extremadamente depredadoras, se ponen en práctica una serie de decisiones que vuelven aponer en primera línea la voluntad política, de crear la iniciativa a lo político, frente a lo económico y mediático.

Es lo que ocurre en Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, y miren con qué violencia el aparato mediático está tratando de desacreditar esas experiencias con la temática de que son experiencias no democráticas cuando no lo son, o de regresión, cuando son de progreso evidente.


Golpes mediáticos

El caso de Venezuela ha sido ejemplar. Cuando la guerra mediática, los medios se encontraban en primera línea cuando había sido derrotada electoralmente la oposición política. Y los medios, asumieron no sólo ser el segundo poder, sino la ambición de ser el primer poder conduciendo lo que podemos llamar el primer golpe mediático internacional.

Los medios aspiraron a tomar directamente el poder en 2002. Además, quieren ser el único poder, sin contrapoder. Nosotros, que hemos estudiado y trabajado con Michel Foucault, sabemos que cualquier poder tiene un contrapoder. El poder político, tiene una oposición -estamos hablando en países democráticos- , el poder empresarial tiene un contrapoder que son los sindicatos. Pero el poder mediático no admite contrapoder, porque cualquier crítica con respecto al funcionamiento mediático, es inmediatamente acusada de atentado contra la libertad de expresión; y trata de desacreditar cualquier reflexión que ponga en expresión, que ponga en causa el funcionamiento mediático. Las campañas que se llevan a cabo contra Venezuela, Bolivia, Cuba, Ecuador las tenemos ante los ojos.

Para terminar, he lanzado esta idea de crear un Quinto poder que tenga la función del cuarto. Creo que hay una serie de iniciativas, aprovechando esta sensibilidad particular de nuestras sociedades, frente a los abusos, los desvaríos, los disfuncionamientos mediáticos. Creo que hay que dinamizar, lanzar la idea de los observatorios de medios, no solo para producir informes, sino también para movilizar.


Quinto poder

Creo que hay que ser, a la vez, académicos apoyándonos en el saber universitario. Pero, el saber universitario no debe mantenerse en el seno universitario. Debe salir de la universidad. La sociedad en su conjunto necesita del saber que se ha elaborado en las facultades de ciencias de la comunicación para armar a los ciudadanos que sienten que algo no funciona y no saben exactamente qué.

Y hoy, precisamente, hay una misión en el sentido misionero de la palabra, de ir a la sociedad para movilizarla. No solo hay que hacer estudios, sino ser un agitador mediático, un agitador político. Hay que hacerlo. A partir y con el arma de los observatorios, hay que pasar a la denuncia de los medios que mienten y a la protesta popular.

Estamos en una batalla ideológica. Hay que apoyar la creación de servicios públicos. Hemos visto la batalla a propósito de Venezuela con RCTV, la voluntad del Estado de equilibrar el sistema mediático, mediante el desarrollo de servicios públicos como Telesur. También en otros países como Encuentro en Argentina, y otros en Brasil.

Todos estos procesos de transformación económica están teniendo una traducción mediática, porque es una batalla decisiva. Hay que desarrollar la comunicación comunitaria, hay que crear una nueva generación de periodistas –no estar condenados a hacer lo mismo que sus predecesores- porque el mundo mediático está viviendo una revolución radical y esa nueva generación debe utilizar Internet con sentido de la creatividad, con sentido de la imaginación para inventar el periodismo de nuestro tiempo. Una información mejor es posible y entre todos lo vamos a lograr". Muchas Gracias.

*Doctor en Semiología e Historia de la Cultura por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Paris y catedrático de Teoría de la comunicación en la Universidad Denis-Diderot (Paris-VII).Especialista en geopolítica y estrategia internacional y consultor de la Naciones Unidas. Actualmente imparte clases en la Sorbona de París. Desde 1999 dirige la publicación mensual Le Monde Diplomatique y la bimensual Manière de voir. Fundador de la Organizacion no gubernamental ATTAC. Es cofundador de la Organización No Gubernamental Media Watch Global (Observatorio Internacional de los Medios de Comunicación) de la que es presidente.Fue también uno de los promotores del Foro Social Mundial de Porto Alegre. Ha sido premiado en numerosas ocasiones y es autor de varios libros, la mayoría traducidos a diversas lenguas, entre los que se destaca: Fidel Castro: biografía a dos voces” o “Cien horas con Fidel”.

Transcripción y edición Prensared